MORRIGANE AL DIA

Diario de actualidad y noticias relativas a Morrigane, grupo de rock celta granadino.

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miércoles, febrero 01, 2006

¡MORRIGANE PRESENTÓ OFICIALMENTE SU PRIMER DISCO, “TIERRA MOJADA”!

El día 5 de enero de 2005, a las 21.00 horas, Morrigane presentó “oficialmente”, en el marco del teatro del Centro Cívico del Zaidín, su primer CD grabado en estudio.

Oficialmente, el disco no tiene nombre (como suele suceder en la mayoría de los primeros discos de los grupos); pero entre entre el propio grupo (y entre casi todos los que nos seguís y apoyáis) recibe, como bien sabéis, el título de “Tierra Mojada”. Este título hace referencia a muchas cosas (entre ellas al tema llamado “Wetland”, que José Carlos compuso haciendo referencia al título que presumiblemente llevaría el CD), pero sobre todo tiene que ver con la frescura y la suavidad del tacto y la vivificante belleza del olor de la tierra recién mojada. Por tanto, tiene que ver con la Vida, con la promesa de Vida y con la increíble fuerza con que la Vida se abre paso hasta en los detalles más insignificantes.

La idea de este “título no-nato” la tuvimos José Carlos y este servidor cierta madrugada en que regresábamos a casa de madrugada (no diremos de dónde) y, al pasar por una Plaza Nueva recién mojada por la primera lluvia de otoño, no pudimos más deleitarnos con el olor, la caricia de la frescura, y el manto de pureza que nos abordaba el alma. Nos pareció entonces el mejor título para un CD de un grupo que por aquellos momentos estaba luchando por vivir, tratando de germinar y de abrirse paso ante muchas adversidades. El olor a tierra mojada nos pareció el signo que en aquellos tiempos nos auguraba que algún día nuestro CD viviría y se haría una realidad.

El título también tiene relación con una anécdota acontecida hace algunos años, cuando nuestro amigo Pablo (más conocido por Bran, gran amigo del grupo y flautista como el mejor), en una visita a Granada, dijo que una amiga de Madrid le había dicho que Andalucía no le gustaba porque no había vegetación, y porque todo estaba seco (se ve que la “chata” no se había pasado mucho por estas tierras). Como estábamos en compañía de nuestro amigo Abraham (amante infatigable de recorrer las veredas más intransitables en su 4x4, y más cabezota que donde los haya), nos montó “por cojo…” en el citado 4x4, nos llevó por todos los más infames vericuetos de la Sierra y los alrededores de Granada; y cuando terminó (ya rayando el alba), le espetó al pobre Pablo: “¡Y ahora le dices a tu amiga si hay o si no hay verde en el Sur, cojones!”. Por cierto, si algún conocido de Abraham lee estas líneas, os doy como buen consejo que jamás le digáis que Andalucía es otra cosa sino un feraz vergel inigualable, jejeje.

La presentación “oficial” del disco fue una tarea muy ardua que llevábamos preparando desde dos meses antes, tanto en el terreno musical como en el organizativo. Y aunque al final hubiese algunos fallos, o tal vez no saliesen todas las cosas todo lo bien y coordinadamente que hubiésemos deseado (vosotros sois los mejores jueces y tenéis la última palabra), tenemos que alegar que trabajamos como leones y que nos preocupamos hasta del último detalle.

En lo musical, fueron muchos (muchísimos) ensayos; y muchas mañanas, tardes y noches de trabajo en casa: queríamos definir completamente los mejores arreglos para los temas (incluyendo los temas “recién salidos de fábrica” que no pertenecían al disco, dos de los cuales habían sido incorporados al repertorio de Morrigane semanas antes de la presentación); queríamos buscar el mejor “orden lógico” para introducir los temas; la mejor presentación para cada uno de ellos; la mejor puesta en escena; que no faltase ni un detalle… Y tenemos que reconocer que, aún con todo lo que hicimos, quizá hubiésemos podido dar algo más de nosotros: en las últimas dos semanas, y por diversas razones (por ejemplo, la lesión y la operación de Iván, o los motivos profesionales de Jesús y Rafa), sólo pudimos tener la formación completa en dos ensayos de los 7 últimos que se habían fijado. Tal vez por eso, o por no haber trabajado suficientemente algunas presentaciones en estos últimos ensayos, no llegaron a salir en el escenario tal y como deseábamos. O tal vez, como ya explicaremos más adelante, porque nos venció un poco (o un mucho) la emoción y la responsabilidad. En cualquier caso, sabíamos lo que íbamos a tocar, cómo hacerlo y con mucha desenvoltura; y además, por el trabajo y la experiencia acumulados en muchos conciertos, ya éramos un grupo suficientemente rodado y con experiencia en eventos de responsabilidad. Eso (y el intenso trabajo previo durante dos meses) nos salvó en muchas ocasiones durante la presentación.

En el terreno organizativo también tuvimos nuestras lagunas. Algunas por inexperiencia, otras por falta de tiempo, alguna otra porque no fuimos todo lo “serios” que debíamos haber sido en alguna parcela; y también tengo que decir que más de alguna laguna lo fue por causas ajenas al grupo. Y así, aunque fue un trabajo frenético, descubrimos que nos hubiese faltado incluso un mes más para poder abarcar todo lo que queríamos. Tal y como indiqué en una contestación a cierto famoso comentario que se hizo en nuestro libro de visitas, “(…) estuvimos redactando guiones -que pueden salir mejor o peor en escenario-, y preparando todos y cada uno de los detalles de la actuación: por ejemplo, sonorizando a Morrigane y superando todos los impedimentos graves de última hora que surgieron con el equipo de sonido, (…) diseñando y currándose entradas (…); buscando azafatas para el evento; hablando y negociando con los responsables de la sala (…); currándose las listas de invitados; contactando y hablando con los medios de comunicación; y un largo etcétera de cosas y detalles (…)”. Pero aún así, se nos quedaron muchas cosas en el tintero o fuera de nuestras posibilidades (como una rueda de prensa en condiciones, un pequeño ágape para la prensa y familiares cercanos —esto fue desechado por el propio grupo cuando lo estudiamos a fondo: resultaba imposible hacerlo sin incomodar al resto de invitados—; una buena decoración del escenario; un mayor control en las entradas, etc).

En realidad, aunque para todos significó un maravilloso logro —personal y como grupo—, y la consecución de una meta soñada, que abre un nuevo reto para Morrigane; también me quedó (y no sé hasta qué punto puedo hacer extensivo esto a mis compañeros, tal vez sea solamente una opinión singular entre nosotros) un cierto regusto amargo por cómo se desenvolvieron las cosas antes, durante y después de la presentación. Creo que trabajamos como leones, pero tal vez descompensadamente, sin la suficiente experiencia y sin tener algunas ideas suficientemente definidas o coordinadas. En cualquier caso, todo esto nos ha servido de experiencia y de lección para la que esperamos sea algún día (y esperemos que no muy lejano) la presentación del segundo CD de Morrigane.

Lo importante es que, con vuestra ayuda, lo logramos. Y desde aquí os damos las gracias a todos los que nos habéis ayudado o aportado un granito de arena. Vuestro esfuerzo y el nuestro han merecido la pena. El sueño se cumplió.

Yendo a los pormenores, y después de haber dejado claro el frenético trabajo desarrollado con anterioridad, vamos a contar un poco de las 24 horas anteriores a la presentación. Incluso empezaremos un poco antes: tres días antes (el martes 2) habíamos tenido nuestro último ensayo (el “ensayo general”, como lo solemos llamar). Y aunque la cosa fue bien, no pudimos contar con nuestro violinista, Jesús. Desde días antes habíamos decidido descansar desde ese martes hasta el viernes día 4: no podíamos llegar completamente agotados física y mentalmente. Estábamos completamente “emparanoiados” y “derrotaícos”, y sabíamos que lo mejor que podíamos hacer era relajarnos un poco y despejar nuestra mente. Gracias a Dios que lo hicimos: de otra forma no hubiésemos podido superar la presión de las últimas 36 horas antes de tocar.

El viernes, después de comer, fuimos al ensayo para desmontar el equipo, organizar todas las cosas, ocuparnos de que nada quedase atrás, montar las cosas en los coches y llevarlas al Centro Cívico del Zaidín. Tuvimos que dar tres viajes, porque mi coche estaba en el taller y Jesús aún no había llegado a Granada desde Almería… Gracias a Dios que Óscar (el hermano de Iván) y Juan Antonio estuvieron al quite…

Aquí empiezan las andaduras de las últimas 36 horas.

Ante todo, y a pesar de lo que se dice a continuación, queremos dar las gracias a Isidro Olgoso, director del Centro Cívico del Zaidín, por todas las facilidades que nos prestó para que pudiésemos presentar nuestro disco en el mismo, y por todas las atenciones y decidida colaboración que tuvo para intentar solucionar los problemas de última hora que fueron apareciendo. En nombre de Morrigane le doy mi sincera felicitación por su trabajo, disponibilidad, por el apoyo que presta a los músicos zaidineros (y granadinos por extensión); y porque si bien antes era buen amigo de algunos de los que formamos Morrigane (bien lo demostró), ahora tiene en Morrigane —al completo— unos amigos sinceros. Aquí estamos para él.

Bueno, pues volviendo al tema, cuando llegamos, el primer susto fue cuando comprobamos que en el teatro no existían todas las localidades que Lalo, el técnico y encargado del teatro, le había dicho a José Carlos, y para las cuales habíamos hecho y repartido entradas. En cualquier caso, se nos prometió que al día siguiente dichas localidades estarían en forma de sillas adicionales. Y casi estuvieron, sólo faltó alguna que otra (que por suerte no hizo falta, puesto que también faltaron algunas personas de las invitadas).

El segundo susto (y éste sí que fue sustancial) era que el equipo que Lalo le había asegurado a José Carlos que iba a estar disponible… ¡Tampoco existía! Algo nos olimos cuando dos días antes, en conversación telefónica, le dijo a José Carlos que al equipo se le estaban dando los últimos retoques, pero que no se sabía si podría estar disponible al completo. Y que José Carlos no podría sonorizar: para eso estaba el “técnico oficial” —según le dijo el propio Lalo. Menos mal que José Carlos habló urgentemente con el director del Centro Cívico y éste puso las cosas en orden, autorizando personalmente a José Carlos para realizar la sonorización. En cualquier caso, ya teníamos la “mosca detrás de la oreja” pensando en lo que nos íbamos a encontrar.

Resultado: cuando llegamos allí, en la cabina estaba José "Nene", el técnico “no-oficial” al que se le había encargado la instalación del equipo. Un profesional de verdad, competente y serio en su trabajo, que había hecho una magnífica instalación del equipo suministrado, que había terminado su labor y que la estaba comprobando en ese momento. Pero al que no se le había dicho nada del equipo que se había pactado para nuestra actuación, y que nada sabía prácticamente de la misma. El “técnico oficial” pensaba que con lo que había, ya estaba bien. Y hay que reconocer que quizá para una función de teatro (con no muchos actores) fuese suficiente; pero para un grupo… Ejemm… ¿Resultado? La manguera no tenía suficientes envíos, y de todos los monitores prometidos sólo existían dos. Y como es natural, sin soportes. En cualquier caso, aunque hubiesen existido más monitores (que realmente existían, estaban los de nuestro equipo), tampoco se hubiesen podido conectar a la mesa.

Menos mal que los “buenos haceres” sumados tanto de "Nene" como del propio José Carlos pudieron solventar la papeleta. Porque a la hora de la verdad, el “técnico oficial”, Lalo, no tenía ni idea de cómo se manejaba aquella mesa, aquel equipo, ni nada de nada. Incluso quiso ocultar que había otra manguera adicional de la que "Nene" se hizo eco, le ayudó a encontrar, y con la cual se hizo el apaño que realmente nos sacó del apuro.

Entonces, José Carlos decidió obviar el diseño de sonorización que previamente (en función del equipo prometido) había realizado; para familiarizarse con el equipo disponible, y así utilizar la noche para intentar buscar un diseño adecuado de sonorización con los elementos disponibles. "Nene" le estuvo dando todas las explicaciones y pormenores que José Carlos le pidió sobre los mismos, y quedamos todos para la mañana siguiente. Sin embargo, José Carlos, Juan Antonio y un servidor nos quedamos hablando un buen rato con Enrique Acosta, nuestro representante en Granada, para informarnos sobre el primer concierto didáctico que tendríamos 20 días después; y para informarle de algunos problemas que habíamos tenido para la realización del concierto de presentación, y de los que previsiblemente podrían surgir para la propia realización del concierto didáctico. “Management is management”, y había que hacerlo.

Empezó mal la mañana del concierto: más de uno tuvo problemas de transporte (los buenos atascos de Granada) y más de uno (incluyendo a este servidor) tuvo problemas para localizar tal o cual cosa de papeleo y organización. Vamos, que más de uno llegó con 20 y hasta 40 minutos de retraso sobre el horario establecido.

Además, José Carlos no estaba satisfecho con el único diseño de sonorización que había podido crear con el material disponible. Pero después de hablar con el grupo, y tras sugerirle que nos arriesgábamos a tocar sólo con dos “safefields” de referencia (en plan “ensayo”) decidió prescindir de monitores adicionales, y utilizar la manguera extra para poder realizar una sonorización más cuidada de los instrumentos y del P.A.; así todo podría sonar más nítido por fuera del escenario.

Eso sí, por lo menos, durante este día Lalo estuvo muy voluntarioso para poner y diseñar la iluminación (dos filas de aproximadamente seis focos fijos) y para ofrecerse a encender las calderas para que este servidor se pudiese tomar una ducha después de la actuación, cuestión que le agradezco desde el fondo de mi alma. Incluso se mostró mucho más amable que la tarde anterior, y trabajó para localizar otros cables necesarios, nos facilitó todo el material de apoyo que nos hizo falta, etc. Un día malo lo puede tener cualquiera. Pero lo que no se puede es prometer un equipo y que no esté disponible, ocultar material que sí está disponible, y pretender impedir el acceso a la sonorización a un técnico de sonido (aunque sea externo al Centro Cívico) cuando no se tiene ni idea de sonorizar adecuadamente, y menos en un equipo recién instalado (del cual no se sabe ni para qué sirven la mitad de los elementos).

En fin, que tuvimos que hacernos a la idea de tocar con dos monitores actuando de “safefield” a los lados del escenario, cada uno de ellos puesto encima de una mesa, tras los cortinajes laterales. Del equipo de P.A. del teatro, sólo funcionaba la fila superior (que, a pesar de todo, agregándole nuestras columnas, fue más que suficiente para la actuación). Y ello tras trabajar como descosidos durante toda la mañana de la actuación para solucionar el diseño del equipo a utilizar, solventar los problemas de cableado y montar adecuadamente el equipo.

Cuando terminamos, teníamos tres cuartos de hora para almorzar y tres horas por la tarde (si queríamos tomarnos un pequeño respiro antes de empezar a tocar) para sonorizar.

Por la tarde, nervios y trabajo duro de sonorización. Tres horas (y mucho pico) después, faltaba nada y menos para iniciar el concierto. José Carlos estaba ya que no veía más que faders, botones y lucecitas girando alrededor de sus ojos. El resto del grupo estábamos hechos polvo de la mañanita previa, y de estar de pie y al pie del cañón, siguiendo las instrucciones de José Carlos para lograr la mejor sonorización posible. Cuando acabamos, casi no había tiempo de hablar con las azafatas y con Lalo (quien se iba a quedar en la cabina durante la actuación) para darles las últimas instrucciones, cambiarse de ropa y empezar.

En la puerta, gran aglomeración.

Sin tiempo ni de cambiarme de ropa, di a las azafatas las instrucciones pertinentes para el sistema de entradas. Dado que no teníamos claro que se hubiesen repartido las invitaciones correctamente (Rafa no sabía cuántas invitaciones había repartido ni exactamente a quién, y parecía que le se habían “traspapelado” un cierto número de ellas), la orden era: primero entrarían aquellas personas que tuviesen invitación y estuvieran en la lista; y después quien aun sin estar en la lista tuviese invitación. Por último, y hasta completar el aforo (caso de que sobrasen localidades libres) se entregarían invitaciones a aquellas personas que ni tuviesen invitación ni estuviesen en la lista.

Para no dejar a la gente esperando más tiempo en la calle, se dejaría entrar todas las personas al hall; una azafata situada en la puerta de acceso a las localidades tacharía de la lista los nombres de las personas que fuesen entregando invitación, mientras que otra a su lado verificaría dichas invitaciones y las devolvería (cada invitación tenía una marca con tinta sólo visible a la “luz negra”); y la tercera azafata, situada cerca de la puerta de acceso al hall, entregaría sus invitaciones a aquellas personas que, según la lista, las debían recoger en la puerta. Así de sencillo.

Pero de nuevo alguien o algo falló. Según las azafatas, recibieron órden (¿¡de Lalo!?) de situarse en la puerta de acceso al hall y dejar entrar a quien presentase invitación, ¡e incluso sin verificar la misma! Cuando me quise dar cuenta, ya había entrado mucha gente sin verificar los nombres de la lista. ¿Para qué diablos estuve durante durante mes y pico (hasta la misma mañana del concierto) confeccionando y rectificando listas de invitados como un cornudo? ¿Quién era Lalo para dar esa orden? Yo empezaba ya a ver “bolitas negras” delante de los ojos, ante la idea de que faltasen localidades. Encima de todo el nerviosismo anterior a la actuación, de todo lo que había acontecido en las últimas horas, del cansancio… ¿También eso?

Desde aquí tengo que agradecer personal y sinceramente a Enrique Acosta, nuestro representante en Granada, que me cogiese del brazo, me llevase a los camerinos, y me dijese: “tranquilízate, cámbiate de ropa, échate un cigarrillo y no te preocupes: si hay algún problema, yo me ocupo; pero ya verás que no habrá ningún problema”. Cuando vio que las cosas irían bien, otra vez fue a los camerinos, nos dijo que todo estaba perfecto; y nos animó y apoyó uno por uno a todos los integrantes del grupo. Eso es una persona y un profesional con dos cojones (con perdón por la expresión).

Y desde aquí también tengo que agradecer a mi chiquilla (mi Anuskilla de mis amores) que vino cargada desde casa a traerme los CD’s para venta (con el trasiego se habían quedado allí), que nos trajo ¡50 euros! en monedas de uno y de dos euros —para los cambios— (no sé cómo se las arregló a las seis de la tarde para hacerlo), y que con un beso y un abrazo me dejó como nuevo.

Igualmente quiero agradecer personalmente a los padres de José Carlos (Juan y Carmen) que la ayudaran en la puerta del teatro a cargar los CD’s y a llegar hasta la primera fila de entrada entre la “marea humana” que allí os encontrabais. También Ana me dijo que los padres de Iván le habían echado una muy buena mano a llegar hasta allí: muchas gracias también a ellos.

¡Qué montón de gente estabais en la puerta! ¡Y qué bien avenidos, jajaja! ¡Sois maravillosos! Según las informaciones de que dispongo, muchos estuvisteis esperando mucho rato para poder entrar; y en vez de poneros nerviosos, aprovechasteis para las “relaciones humanas”: ¡parece como si todo el mundo se hubiese conocido allí! Por ejemplo, mis padres conocieron a los de José Carlos, los de José Carlos conocieron a mi hermano y mi cuñada; y así, unos amigos y familiares se iban presentando a otros, ¡y aquello parecía una comuna, jajaja!

Mientras, en los camerinos, nos cambiábamos de ropa, intentábamos que no se nos notasen mucho ni el cansancio ni los nervios, y recibíamos la visita de Mateo, antiguo integrante de Supervivientes, y buen amigo de los integrantes de Morrigane. ¡Y venía con su flamante cámara fotográfica reflex digital, con la cual nos empezó a hacer un reportaje fotográfico increíble, y que abarcó hasta el final del concierto! Por cierto, tengo que decir que no conocía yo esta faceta profesional de Mateo, pero que siendo el que aquí suscribe un amateur avanzado de la fotografía (constantemente tengo que sacar fotografías para mi trabajo de periodista, y me encanta la fotografía como hobbie personal) tengo que decir que Mateo se ha convertido en un Profesional Fotográfico (así, con mayúsculas) como la copa de un pino. Pocas veces he visto yo un reportaje de un concierto tan fabulosamente realizado: con una excelente profundidad y maestría en la capacidad descriptiva de la temática, sabiendo perfectamente qué es lo que quería expresar, y con un atento ojo fotográfico para no dejar escapar el momento inesperado; con una maravillosa realización artística y técnica a través de unos encuadres precisos, de una genial búsqueda de la luz justa, y de una precisión pasmosa para diafragmar, utilizar la profundidad de campo y seleccionar planos. En una palabra: ¡Chapeau! Mateo, machote… sólo podemos decir que eres el mejor. Si alguno de los que estáis leyendo esto necesitáis alguna vez un fotógrafo para vuestro concierto o evento, buscadle: no os arrepentiréis.

Sonó por megafonía el aviso de los 10 minutos para comenzar el concierto. Todos estábamos listos. Bueno, “listos”… Digamos que todos estábamos preparados para lo que había que hacer en la hora y media siguiente. Sin embargo, había un “claroscuro” muy interesante de tensión entre los componentes del grupo. Y curiosamente, en algunos casos, muy a la inversa de lo habitual en estos casos. Por ejemplo, yo suelo ponerme inmensamente tenso y nervioso antes de tocar: vamos, que el “miedo escénico” no se me suele quitar hasta que empieza el segundo tema de cada concierto (aunque cada vez es menor, y ahora imperceptible incluso por mí mismo en la mayoría de los casos). Sin embargo, después de los últimos dos meses, después de las últimas 36 horas, después de los últimos minutos con el tema de las entradas… ¡Estaba sorprendentemente tranquilo y confiado! Pensaba que el trabajo necesario estaba hecho y bien hecho, y que las cosas iban a salir bien. Aún así, generalmente me suelo apoyar en alguien antes de tocar (Jesús o Iván son mis predilectos, ángelitos míos). ¡Y sin embargo, en esta ocasión era yo el que estaba intentando apoyar y tranquilizar a mis compañeros! Aún así, lo tengo que reconocer, también tenía una extraña mezcla de “bajón” después de todo lo pasado, y de un puntillo más de “aceleración” por la descarga de adrenalina.

Jesús estaba muy tenso. Decía que estaba tranquilo, y todo su porte decía “soy un profesional que estoy acostumbrado a torear en estas lides”. Estuvo haciendo hasta el último momento sus ejercicios de calentamiento, sus ejercicios de concentración (algunas veces parecía “el Músico Tántrico”, jejeje), y se le veía concentrado y dispuesto a tope. Pero quien ha conocido a Jesús en todos los conciertos anteriores, sabe bien que es él quien más bromea, y quien más sonríe y está de coña (junto con Juan Antonio) antes de tocar. Y verle tan concentrado, tan adusto, tan “detrás de un muro infranqueable” de impasibilidad y alejamiento, era señal inequívoca de que estaba tenso como un arco a punto de lanzar la flecha. Uno diría que podría haberle intentado apuñalar, y que la hoja se habría partido sola a dos centímetros de su piel.

Jesulito estaba nervioso, y lo dejaba traslucir con su naturalidad proverbial. No paraba de preguntar por un detalle u otro de la actuación. Repasaba su presentación una y otra vez, fumaba un cigarrillo tras otro. Iba y venía con Juan Antonio, ponía a punto sus baquetas… Sin embargo, a la hora de la verdad, fue el que mejor concierto dio, impecable en su instrumento… (¡Pero no tanto a la hora de salir de los servicios, jajajaja! Ya lo comentaré después). Pareciese que cuando se sentó en su sillín se hubiese sentado en el local de ensayo y se hubiese transformado de golpe en el Jesulito calmo y profesionalísimo de las mejores ocasiones. ¡Hasta que se levantó nuevamente del sillín! ¿Habría untado el sillín con Valium 500 ultra-rápido de contacto, jajaja?

Rafa parecía uno de los más tranquilos. Estaba “a su rollito”, aún contándonos el último de leperos que le habían contado el día anterior. Si hay algo que decir de Rafa, es que siempre tiene un chiste, una cosa curiosa, algo sorprendente o interesante que contar. Y aquella no fue la excepción. De vez en cuando tenía algún gesto o comentario tenso, como si algo le molestase de aquello. Para él también habían sido meses muy tensos, y habíamos tenido algún serio desacuerdo entre nosotros en la forma de enfocar tanto la presentación del disco como otros temas internos del grupo. Pero preguntaba y clarificaba cosas de última hora muy inteligentemente, tomándose con una “tranquila y jocosa” seriedad todo aquello.

Juan Antonio no podía parar de ser la divertida “mosca cojonera” que es, el muy cabrito, jejeje. ¡Iba y venía, no paraba! Se metía con unos y con otros (no puedo expresar aquí sus comentarios sobre mi sufrido físico cuando me cambiaba de ropa para la actuación, por ejemplo); se asomaba por las cortinas y venía a decirnos: “¡tíos, tíos, que está todo lleno! ¡Y que se están empezando a impacientar!”; no paraba de calentar y afinar sus instrumentos, a veces casi compulsivamente; nos impelía a terminar de prepararnos: “¡venga, coño, que vas a salir en calzoncillos, tío!”… Vamos, que era el de siempre, pero con una velocidad más. O lo que es lo mismo: no estaba acobardado, ni nervioso en el sentido de circunspecto o apocado; sino que era “Juan Hiperactivo”, jejeje.

Iván siempre es el elemento más reposado del grupo (salvo cuando suelta “la fiera que lleva dentro” en escenario, o cuando libera el inteligente, finísimo y divertidísimo sentido del humor que tiene). Generalmente, antes de empezar a tocar, se dedica a poner a punto “milimétricamente” sus guitarras, sus cables, su multiefectos… Vamos, que se asegura puntillosamente de que todo está en el perfecto orden que él desea. En esta ocasión hizo lo mismo, de la misma forma sistemática y organizada de siempre. Y cuando terminó y colgó las guitarras en sus soportes y revisó por tercera vez todos los cables y equipo, se sentó tranquilamente en el camerino. Traslucía un leve gesto de tensión, o mejor dicho de intranquilidad; pero a decir verdad, como siempre era el más sosegado de todos. Invertía el tiempo en repasar la carreta, en ayudar a los demás con cualquier detalle… Cuando ya estábamos junto al escenario, entre bambalinas, sí estaba más nervioso y acelerado. Pero ahí estaba, con dos narices e intentando transmitir seguridad.

José Carlos estaba sólo en un camerino. Como hace algunas veces, nos había pedido que no le molestásemos mientras que él hacía “a bulla y corriendo” sus ejercicios para calentar sus cuerdas vocales (como he descrito ya, no nos quedó mucho tiempo para cambiarnos y hacer cosas, al finalizar la sonorización). Y cumplimos su petición. Pero con el día que había llevado, y lo nervioso que estaba con la sonorización y las “bullas”, algo nos decía que tendría que estar muy muy tenso. Y como pudimos comprobar en unos minutos, la tensión podía reventar en cualquier momento…

Cuando faltaban unos tres minutos, ya estábamos todos preparados entre bambalinas, en uno de los laterales del escenario. José Carlos estaba pálido y callado. Demasiado callado. Serio, como con una responsabilidad encima que no le cabía. Sonreía forzadamente, e intentaba no hablar después del calentamiento.

Unos siete minutos después del aviso de los diez minutos, sonó por megafonía el aviso de los 7 minutos. Lalo empezaba su particular “show de los minutos que faltan” —basado sin duda en la famosa “Danza de las Horas”—. El descojone entre el público fue estruendoso. Alguien empezaba ya a silbar.

A nosotros, que estábamos listos y en formación, fue lo que nos faltaba. Al principio nos cabreamos un tanto (mejor que Lalo no nos oyese), pero luego nos descojonamos como el resto de la gente, y empezamos a soltar paridas con respecto a Lalo y su “eficacia demostrada” (mejor que Lalo no nos oyese). José Carlos ahora se removía de un sitio a otro, abiertamente nervioso. Jesús imponía respeto con un gesto de “silencio” que daba espanto. Juan Antonio se partía de risa con Iván y Rafa. Jesulito me preguntaba por los últimos detalles (y no me oía, puesto que cuando le respondía él ya estaba recitando para sí su presentación); y yo andaba con la atención puesta entre Jesulito (intentando calmarle), Enrique Acosta (intentando apoyarle para relajar a la gente), y con un ojo puesto en José Carlos, que me miraba como diciéndome: “Ya estamos aquí, ya estamos aquí”.

Un minuto corto después del aviso de los 7 minutos sonaba por megafonía el aviso de los 3 minutos: o bien es que Lalo había entrado en un salto del continuo espacio-tiempo, o es que se había emporrado hasta las orejas. Después de haberle conocido a lo largo de esos dos días, me inclino por la primera opción.

Como es natural, el público ya flipaba "in colours". Los mugidos y las carcajadas imperaban al otro lado del telón, y no era para menos. Y entonces, José Carlos se me acercó y ya no aguantar más. Me dijo: “¿Te das cuenta? Lo hemos logrado, Agus, lo hemos logrado: estamos aquí presentando a “nuestro hijo”, socio… ¿Te acuerdas de cuando estábamos tomando café en 1998 y hablábamos de esto?”. Y se echó a llorar.

Ahora, para explicar bien esto, voy a transcribir otro pasaje del famoso y antes mencionado comentario que dejé en nuestro libro de visitas, dirigido a un triste personajillo que en un comentario anterior había ofendido a José Carlos y que arremetió contra él. Esto fue lo que le respondí:

«Te voy a revelar un detalle que nadie, salvo la banda, conoce: José Carlos, un par de minutos antes de salir a escena, estaba llorando desconsoladamente... porque era la presentación de nuestro "hijo", del trabajo de nuestra banda, de la ilusión de cada uno de los integrantes de Morrigane. Y lloraba sinceramente, de emoción, de responsabilidad ante lo que un par de minutos después iba a empezar a hacerse realidad. Y él intentaba no llorar para no quebrarse la voz —ese instrumento tan delicado que atesora— para que fuese una actuación inolvidable. Para vosotros, para daros hasta el límite. Y cuando un minuto después tuvo que empezar a cantar (¡él solo, a capela!) el "A beira do Mar", tenía la voz rota por la emoción y el llanto. Pero ahí estaba, haciendo lo imposible. Echándole los mismos COJONES, el mismo corazón y el mismo pundonor que le echa a su grupo, a su banda, a su amor, desde que se levanta hasta que se acuesta cada noche».

Eso es lo que pasaba un par de minutos antes de salir al escenario. Todos nos abrazamos, reconfortamos a José Carlos, y nos intentamos tranquilizar (gracias de nuevo a Enrique por esos últimos ánimos). Por suerte, aún faltaban un par de minutos para empezar... o eso creíamos...

Porque justo en ese momento, sonó por megafonía: “señoras y señores: el espectáculo va a comenzar”… ¡Lalo contraatacaba de nuevo! Nos pusimos en el orden de fila establecido para salir (según la colocación en el escenario), y antes casi de que nos diese tiempo se abrió el escenario.

Tengo que agradecer en nombre de todos mis compañeros la ovación que los que estabais allí nos dedicasteis. Era justo lo que necesitábamos. Según la “carreta” (el orden de interpretación de los temas), José Carlos inició el concierto cantando “A Beira do Mar”. Y…

Evidentemente, en el plano puramente musical, no fue el mejor concierto de Morrigane. No voy a decir que fuese un mal concierto, incluso creo que en muchos momentos fue mágico, sobre todo en ciertas partes de los temas “tranquilos” o las partes “lentas” de los rápidos; e incluso también en algunos momentos “acelerados” de los temas rápidos. Estuvimos formidables en cuanto a concentración, e incluso los temas “nuevos” no registraron ningún error apreciable (a pesar de que considero —y no soy el único de la banda— que algún miembro de la banda estuvo muy por debajo de sus posibilidades; y que algún ensayo más no le hubiese venido nada mal). Pero también sé que estuvimos muy tensos, haciendo los temas a veces “mecánicamente” (gracias a Dios, el trabajo de ensayo había sido intenso y teníamos la “memoria digital” a punto). Nos faltó ese “puntito” de “soltarnos el pelo” que tenemos siempre en escena, y que allí sólo logramos en algunos momentos. Tal vez nos sobraron responsabilidad y concentración. Y tal vez demasiados nervios.

Eso quedó patente en las presentaciones de los temas y de los miembros de la banda. Sobre esto quiero hablar un poco. Como sabéis bien los que nos seguís, normalmente suele ser José Carlos el que hace las presentaciones de los temas (aunque normalmente me suele ceder un par o tres de presentaciones, según el día; y generalmente también Juan Antonio y Rafa presentan algún tema). Pues bien, para el día de la presentación de nuestro CD, José Carlos quería que todos presentásemos temas, que todos tuviésemos ese “minuto de protagonismo”; en resumen: que todos apareciésemos como un bloque. Y todo el grupo estuvo de acuerdo, si bien tanto Jesulito como Iván nos dijeron: “me voy a quedar en blanco, yo me muy pongo muy nervioso”.

En cualquier caso, José Carlos y yo recibimos el encargo de preparar las presentaciones de los temas (somos los que hacemos las letras de los mismos) y de los miembros del grupo; y a falta de una semana y media las llevamos al ensayo (o las hicimos llegar por e-mail a quienes faltaron ese día). Sigo pensando que eran unas presentaciones muy buenas, muy ajustadas a lo que queríamos hacer y decir. Pero sé igualmente que no salieron bien en la presentación. Y si bien vuelvo a decir que nos hubiesen venido muy bien un ensayo o dos más para preparar debidamente las presentaciones (cosa que no se pudo hacer por los problemas antes mencionados de que faltaron miembros del grupo por motivos laborales); y que en muy buena parte quien más quien menos salió a presentar “hecho un flan” (con la consiguiente “mente en blanco”); también tengo que decir que creo sinceramente que hubo también quienes no se prepararon suficientemente las presentaciones.

Después, a nivel interno, se oyeron algunas críticas a las mismas, y se dijo: “teníamos que haberlo hecho como siempre” o “debíamos no habernos aprendido una presentación prefijada, y haber improvisado”. No estoy de acuerdo. Con respecto a “hacerlo como siempre”, debo decir que la ocasión era muy singular y merecía la pena hacerlo como lo pretendimos; así como que, en cualquier caso, esas cosas no se dicen a toro pasado. Y con respecto a “improvisar y no aprenderse una presentación pre-establecida”, debo decir dos cosas: la primera, que aunque cada presentación estaba completamente redactada, no se trataba (y esto se dijo desde el principio) de aprenderse algo como un papagayo, sino de saber qué se quería decir y decirlo con las propias palabras (hasta ahí sí llega la improvisación y el “arte retórico” de cada uno); y lo segundo, que la improvisación, por propia experiencia (y como se pudo ver en el caso de quienes no tenían suficientemente preparadas sus presentaciones) suele ser mala compañera de viaje si no se tiene —por lo menos— una idea previa muy clara de lo que se quiere decir. En cualquier caso, dicen que de los escarmentados nacen los avisados; y la próxima vez (esperamos que la haya) se harán las presentaciones bien hechas a nivel grupal… o se harán de otra forma. Sentimos que, en esta ocasión tan señalada, no saliesen como estaban diseñadas.

La primera parte del concierto se correspondió con la presentación de los temas del CD. Tras el comienzo, con la voz de José Carlos desgarradilla en el “A Beira do Mar”, la cosa fue mejorando poco a poco. Y eso que, cuando terminaba este primer tema, Lalo (que seguía con su show particular), disparó desde la cabina de sonorización el “Scotland the Brave” ¡tema que estaba preparado para el final del concierto, para cuando nos despidiésemos! Con lo cual que se nos fastidió la canción de despedida, aparte de que nos fastidió el final del “A Beira do Mar”. Vamos, que nos fastidió la primera y la última canción, para ser claros. Cuando nos dimos cuenta desde el escenario, todos pensamos: “Empezamos bien”.

Por otra parte, pienso que hicimos muy bien en separar las dos partes del concierto (temas del CD por un lado, y resto de temas por otro). El par de minutos de descanso nos sirvieron para calmarnos un poco y tomar un poco de aire: estábamos cansados y tensos. Simplemente iba a ser un minutito, y volveríamos a escena. Pero hubo una anécdota: Jesulito fue al cuarto de baño un momento… ¡y duró más de lo previsto! Además, ¡le tocaba precisamente a él presentar el tema que abría la segunda parte del concierto! Total, que cuando pasaron un par de minutos, vimos que no salía, y que vosotros os empezabais a remover más de la cuenta en vuestros asientos, tuvimos que salir a escena e improvisar delante del micro entre José Carlos y yo… ¡hasta que volvió Jesulito! ¡El pobre venía por bambalinas abrochándose el cinturón, jajajaja!

La segunda parte del concierto, bajo mi punto de vista, fue un poco más distendida (aun no menos intensa) que la primera. Además, el amigo Sergio (Lemmy para los amigos) se ocupó de hacer los preceptivos comentarios jocosos desde el público, con lo cual a veces parecía que estábamos tocando enteramente en casa. ¡Gracias por venir, Lemmy!

Terminamos el concierto tras los preceptivos bises, y salimos de escena entre vuestras ovaciones y aplausos. No sabéis bien lo que significó para nosotros el apoyo que tuvimos por vuestra parte: sin vuestro constante ánimo, no habríamos podido relajarnos mínimamente ni disfrutar de lo que estábamos haciendo. Pero llegó un momento en que conseguisteis relajarnos. Durante algún momento de la primera parte, intuí que incluso si se nos hubiese “caído” un tema a la mitad, nos hubieseis aplaudido igual. Comprendimos, como antes he dicho, que jugábamos en casa; que vosotros estabais tan orgullosos y contentos como nosotros de que estuviésemos allí presentando nuestro CD. Comprendimos, en suma, que nos queríais y apoyabais. Eso lo fue todo para nosotros en aquellos momentos.

Y nosotros, que queríamos hacerlo lo mejor posible para vosotros, conseguimos poco a poco relajarnos y disfrutar. Gracias a vosotros.

Terminó el concierto y sin tiempo ni de sentarme un momento en el camerino, cogí la caja de los CD’s, la cajita de las monedas para cambios, y me dirigí rápidamente al hall. Allí vosotros ya estabais saliendo, y sabía que era primordial que hubiese alguien del grupo presente y, a ser posible, que se vendiesen unos cuantos discos (que se vendieron muy bien, todo hay que decirlo). Al cabo de un momento se me unió José Carlos, que venía a echarme una mano, a ayudarme a firmar CD’s, y a no dejarme “solito ante el peligro”, jejeje. Pero también me informó de la nueva “actuación estelar” de Lalo, con el cual había estado hablando al terminar, y por lo cual se retrasó un poco en llegar… Ahora después hablaré de eso.

Antes, quiero agradeceros a todos las innumerables muestras de simpatía, ánimo y apoyo que nos disteis en el hall. Allí estabais todos. Y aunque sé que me olvidaré de muchos, quiero dar algunos nombres: Evaristo y su novia, que vienen siempre a vernos; Amparo (nuestra gran amiga y cantante, que varias veces ha colaborado con nosotros prestándonos su voz en nuestros conciertos) y Miguel; mis primas Carmina y Marie, acompañadas de sus respectivos; Teresa y Mariano; el propio Lemmy, a quien antes mencioné por su apoyo desde el público; nuestra Mila, que quiso darnos un fuerte abrazo… Y tantos de vosotros de los que ahora no me acuerdo…

Bueno, pues en esas andábamos cuando se nos acercó Jesús un momento (llevaba sus violines en las fundas) y nos dijo que tenía que irse urgentemente, porque había quedado con familiares suyos y tenía que ir a llevar a su hermano a la estación. Mala cosa era, puesto que la “nueva actuación estelar de Lalo” consistía en que teníamos que recoger las cosas y llevárnoslas esa misma noche. Curiosamente, hasta antes de la actuación se había quedado en que podríamos simplemente recoger las cosas y dejarlas allí hasta el día siguiente, para no tener que llevarlas al ensayo en ese mismo momento. Según Lalo, la razón para no poder dejar las cosas allí (una razón muy comprensible, dicho sea de paso) era que al día siguiente había una función o espectáculo y que le habían dicho que había que hacer sitio. Lo que no era comprensible es que no lo hubiese dicho hasta entonces.

Cuando José Carlos y yo despedimos a los últimos de vosotros y volvimos al escenario, el resto del grupo ya estaba recogiendo. Ayudamos a recoger mientras maldecíamos en arameo clásico, y nos preguntábamos cómo íbamos a llevar las cosas al ensayo. Menos mal que José, el padre de Iván, estuvo al quite y nos hizo un favor que aún no sabemos cómo pagar: cargó el coche y se dio sus buenos tres viajes hasta el local de los padres de José Carlos, cercano al teatro. Pero imaginaos, rendidos como estábamos, lo que es montar y desmontar las cosas en dos coches (el de José y el de Juan Antonio) y desmontarlas para a continuación repetir la faena 2 veces más.

Mientras se daba el último viaje, aproveché para ducharme, cambiarme de ropa y hablar con Lalo en compañía de José Carlos. Le abonamos sus servicios (hay que decir que se mostró amable y afable, y que nosotros preferimos no meter dedos en llagas) y nos fuimos.

Yo había quedado con mi familia y mi novia (que había llegado ese día desde Galicia, y a la que sólo había visto una hora al mediodía y unos minutos antes y después de la actuación). Como anteriormente a la actuación creíamos que sería solamente recoger y salir, había quedado con ellos para tapear justo al otro lado de la calle, en la zona del Ecu, para después irnos a “nuestro segundo hogar”, la taberna/pub “Juan & José” (para celebrarlo como es debido). Cuando íbamos a salir José Carlos y yo, llamé a mi novia y me dijo que ya habían cenado y se habían separado (eran más de las doce) y que estaba en mi casa. Le dije que se esperase y que la recogería allí. Quedé con José Carlos para ir después al Juan & José (él me invitó a cenar en su cercana casa, pero yo tenía demasiadas ganas de ver a mi Anuska) y nos despedimos. Pero cuál sería mi sorpresa cuando mi buen amigo Pablo (Bran para los amigos) me estaba esperando con su novia en la calle… ¡desde hacía más de una hora! Pablo había llegado expresamente desde Madrid para asistir a nuestra actuación (desde estas líneas le envío un abrazo de oso), y aunque antes ya me había dado un abrazo, se había quedado (sin decirme nada) para ir con nosotros a cenar y celebrarlo. Me fui con ellos dos a casa (por cierto, que me echaron una buena mano para trasportar el bajo “de reserva”, el trípode “de concierto” y algunas cosillas que llevaba en una bolsa de excursión), recogimos a Anuska y nos fuimos a tomar unos “kebab” a la calle Elvira. De allí nos fuimos directamente al Juan & José.

Y en el Juan & José me encontré con medio grupo (desde el propio Jesús, pasando por Rafa, y al cabo de un rato llegarían José Carlos y Jesulito) y muchos amigos, como Abraham, Christian, Juanito, Edu… ¿Qué queréis que os diga? Todos estábamos más que contentos… Y yo, contento y medio: ¡incluso tenía a mi novia y a mis mejores amigos junto a mí! Así que aquella noche cerramos el Juan & José como está mandado, y salvo Abraham que llevaba el coche (y que muy pocas veces suele beber) ¡todos salimos de allí a dos patas y una mano!

Un hermoso final para "UNA NOCHE DE FELICIDAD". ¡Gracias!