MORRIGANE AL DIA

Diario de actualidad y noticias relativas a Morrigane, grupo de rock celta granadino.

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miércoles, febrero 01, 2006

EL MUY POLÉMICO CONCIERTO DE VERA (ALMERÍA): AVISO PARA NAVEGANTES Y GRUPOS

Hay veces en que uno se pregunta por qué tiene que haber gente y situaciones como las que voy a intentar describir en este artículo. Pero como dicen que de los escarmentados nacen los avisados, tal vez esa sea la respuesta: esperemos que quien lea esto, pueda escarmentar en cabeza ajena e ir prevenido ante la posibilidad de enfrentarse con ello. Bienvenidos al "pequeño infierno" de un grupo en la Feria "Veractiva".

Vera es una bellísima localidad del Levante almeriense (el aquí “escribano” la conoce por motivos diferentes a la actuación cuya reseña realizo), y tengo que decir que me encantan sus playas, sus parajes y sus gentes; y donde actuar debe ser una maravilla siempre y cuando no haya “chapuceros” que ni saben hacer su trabajo, ni dejan realizar el trabajo de los demás, y pierden los papeles y la cabeza en cuanto las cosas no son como a ellos les viene en gana, por muy erróneas e imposibles que sean.

Cuando Rafa nos dijo que le habían llamado para realizar un concierto allí, el grupo tenía muchas ilusiones: no en vano, Vera es una de las mayores localidades (y centro neurálgico) de la zona. Bien, el concierto se fijó para el domingo día 7 de agosto de 2005. “Fantástico” —pensamos— “porque así tocamos el último día, cuando mayor afluencia puede haber”. Y se fijó una cantidad de 900 euros como retribución: como un favor especial (íbamos convocados por intermediación de un amigo) accedimos, aunque fuese mucho menos de nuestro “cachet” en ese tipo de actuaciones.

Según Rafa, el día 30 de julio le llamaron y le dijeron que el concierto tenía que adelantarse al jueves día 3 de agosto (es decir, cuatro días después). Y ese día, precisamente ese jueves día 3, algunos integrantes del grupo tenían problemas laborales (señores, que no podemos vivir sólo de la música) para poder realizar un desplazamiento hasta Vera y llegar a tiempo a la prueba de sonido (que estaba fijada a las 18 horas). Pero bueno, tras “negociarlo” con la organización y recibir una respuesta en el sentido de “o el día 3 o nada”, los afectados tuvieron que “buscarse la vida”, hablar con sus respectivos jefes, y hasta pedir un día de vacaciones… Todo para que el concierto no se suspendiese… que estuvimos a puntito de hacerlo, pero eso no nos parecía muy profesional después de haberlo anunciado y a falta de menos de una semana. Además, le dijeron a Rafa que la retribución tenía que bajarse a 800 euros. Ya empezaban las cosas a torcerse, y mucho. Aún así, fuimos.

Y ahora yo me pregunto: pero… ¿de verdad es serio que cuatro días antes de la fecha en que se quiere plantar el concierto, venga alguien a decirte “o ese día o nada”? Todavía, si estuviésemos hablando de un concierto en un tugurio rancio… Pero ¿en una exposición del nivel de la de Vera, donde todo debe estar organizado en tiempo y forma, también es serio? Señores, que no es sólo cuestión laboral (que ya de por sí es importante); sino que un grupo también tiene que organizarse, que alquilar medios de transporte para una fecha fija, que saber de cuántos ensayos va a disponer, etc… ¡Por no contar que también somos personas! ¡Que no estamos “colgados de una rama” esperando a que alguien nos diga —a su mero arbitrio— “ahora y ya”! ¡Que no podemos contar con disponibilidad entera y completa para variar todas las cosas al gusto de quien ya te había contratado para una fecha dada!

En cualquier caso, estábamos en la puerta del Recinto Ferial “El Palmeral” a las 17,55 del jueves día 3 de agosto. Y entonces… Primera sorpresa desagradable: no nos dejan entrar con los vehículos. ¿Cuántas veces tendremos que decir que el acceso de vehículos al lugar de la actuación es algo primordial en la organización de un evento? Increíble, pero cierto. Y además: en una zona donde no hay aparcamiento ninguno en 100 metros a la redonda (recordemos que estamos hablando de una feria-exposición que está a punto de inaugurarse, con mucha gente congregada), ¿dónde diablos esperan que aparquemos? ¿A 100 metros de la entrada del recinto, distante otros 75-100 metros de la parte de atrás del escenario? ¿Significa eso que hay que llevar a fuerza de brazos un bombo, un timbal base, los condenados herrajes y platos de la batería (que pesan como muertos), los timbales, varios amplificadores e instrumentos —que también pesan lo suyo, oiga—, etc; unos 200 metros llenos de gente, dándonos varios viajes?

Esto era lo que decían y en lo que insistían los agentes de seguridad del recinto. Tras solicitar hablar con el organizador, cosa que hicieron ellos a través de los walkie-talkies, nos dijeron despectivamente: “bueno, pues poned los vehículos en la entrada del recinto y decidnos cuántas azafatas necesitáis para que os lleven los instrumentos”. No es de extrañar que a Pepe se le fuese el pistón y exigiese hablar con el organizador, amenazando con volvernos por donde habíamos venido si no se resolvía el problema. Como respuesta, por fin recibimos la autorización para que la furgoneta (uno de los tres vehículos que llevábamos) pudiese acceder hasta detrás del escenario. Aún tuvimos que tragarnos el comentario: “Y no montéis mucho follón, que están los políticos en el acto de inauguración”.

De acuerdo. Pudimos acceder por fin (teniendo que transportar a mano los instrumentos que iban en los otros dos coches, que tuvieron que ser aparcados donde se pudo) al recinto. Así pudimos contemplar al señor Presidente del Congreso de Diputados, junto con otras personalidades asistentes, en el acto de inauguración… ¡por espacio de casi una hora y media! ¿Para qué diablos se nos cita a las seis de la tarde para una prueba de sonido en la que no se pudo empezar a montar escenario (ni tan siquiera empezar la prueba de sonido en sí) hasta las ocho menos cuarto? ¡Tuvimos que salir de casa y de nuestros trabajos con dos horas de antelación, algunos comiendo de bocata por el camino, para que luego se nos retrasase dos horas y pico la prueba de sonido! Cojonudo.

Y esto sería sólo una mera anécdota si no fuese por lo que ocurrió después: el “plato fuerte” del festín desorganizativo en que nos vimos envueltos.

Nos encontramos con un escenario precioso (pantalla de video gigante incluida), y con un equipo y unos técnicos de sonido, iluminación e imagen que eran unos auténticos profesionales; sabiendo lo que tenían que hacer y cómo hacerlo. Auténticos monstruos cada uno en su especialidad. Daba gusto ver cómo sabían hacer y hacían las cosas. Pusieron los monitores, cablearon, calibraron y probaron el P.A., etc…

Así, aproximadamente a las ocho y veinte Jesulito estaba dando los primeros palos para sonorizar la batería. A las diez estaba prevista la actuación; pero a las nueve, Rafa tenía que tocar en uno de los stands de la exposición, así que intentamos agilizar en todo lo posible la prueba de sonido, para que él pudiese tener tiempo para vestirse y preparar sus cosas. Y eran las nueve menos cuarto…

…Eran las nueve menos cuarto, cuando casi todo estaba ya perfectamente sonorizado en un tiempo de absoluto récord (en realidad, el técnico estaba terminando de retocar el sonido de la voz de José Carlos y a la vez estábamos probando el sonido de monitores), y fue entonces cuando apareció el que se posteriormente se definió como “aquí soy yo el que manda” y dijo: “¡Ya está bien de gilipolleces, se acabó, ahora mismo paráis!”.

Estábamos tocando el “tema de prueba”. Ese en el cual se comprueba que todo está bien, que funciona todo. Yo le veía gesticular al hombre (venía por mi lado), pero casi no le oía. En todo caso, avisé al resto del grupo, dejamos de tocar y le escuchamos. Para qué lo haríamos: “¡Que esto es una exposición, joder! ¡Que vosotros no pintáis nada, que no sois nadie, que esto no es un concierto y que ahora mismo se acaba!”. Y les dijo a los técnicos: “¡Que aquí soy yo el que manda! ¡Ahora mismo, pero ya, cortáis el sonido, esto se ha acabado!”. El técnico de la mesa le dijo, intentando calmarle: “Estamos terminando, sólo son veinte segundos y apagamos”. Y José Carlos, a través del micro, le dijo muy educada y conciliadoramente: “Perdone, si ya casi hemos terminado: sólo va a ser medio minuto de reloj, de verdad”.

¿Respuesta de este señor? Congestionarse aún más de lo que estaba (ya estaba rojo completo cuando llegó, y ahora estaba tirando a medio morado; tenía los ojos casi fuera de las órbitas, gesticulando y gritando como un poseso), y gritarnos: “¡¡Me cago en (…)!! ¡¡Ahora mismo os bajáis del escenario: no tocáis, se acabó, me enviáis la factura y os bajáis!! ¡¡Ya, en este momento!! ¡¡¡Que os bajéis, ya!!!”. Parecía un salvaje (o un tío que se hubiese puesto de cocaína hasta arriba y más). De verdad daba esa impresión.

Durante un segundo, nos quedamos con los ojos como platos y sin creernos que aquello estuviese sucediendo realmente. Al segundo siguiente, creo que fui yo el que reaccioné. Me descolgué el bajo y dije: “Vamos, peña”. Nos reunimos en un lateral del escenario. No sabíamos si llorar o si reír; si recoger las cosas, irnos a casa y olvidarnos lo antes posible de todo; o si tomarnos las cosas con calma, y con el debido reposo hacer las cosas adecuadamente. Y en mi caso (aunque supongo que más de uno pensaba lo mismo que yo) si bajar del escenario y demostrarle debidamente a ese energúmeno que los demás también nos podemos convertir en unas Furias Oscuras del Abismo.

Al minuto, vino una ayudante —muy amable, educada, respetuosa y comprensiva— del “energúmeno”. Nos pidió que le disculpásemos, nos explicó que había sido un día muy duro y tenso, con muchos frentes a los que acudir, y que su jefe estaba algo alterado. Lo cual no dejaba de ser un diplomático eufemismo (algo así como decir que Hitler era un poco cabroncete, pero buen chico en el fondo); pero vamos, por lo menos ya pudimos saber que era el comisario de la exposición y que no estaba en el mejor de sus momentos. Nos dijo que esperásemos, que no desmontásemos y simplemente apartásemos los instrumentos para que un espectáculo flamenco pudiese actuar (aunque hubiésemos tenido tiempo más que de sobra para terminar de probar sonido); que iba a hablar con el jefe, y que a ver si se resolvían las cosas. Que mientras tanto fuésemos a cenar.

Y así lo hicimos. Por cierto, el recinto ferial es maravilloso. Y la exposición tenía muchos stands muy interesantes (dicho sea a favor del energúmeno y de su equipo). La verdad es que, en otras circunstancias, hubiese sido un ambiente fenomenal y una oportunidad maravillosa para poder disfrutarla. Espero que pueda ser en otra edición… y solamente como visitante.

Cuando el espectáculo flamenco (muy vistoso y bonito, dicho sea de paso) terminó, aún no habíamos recibido la respuesta. Se había retrasado bastante el horario de actuación. Nos volvimos a congregar en el lateral del escenario: ya fuese para recoger los bártulos y volver con las orejas gachas, o para tocar nuestro concierto. Y el presentador del acto nos llamó, nos pidió que le dijésemos algo del grupo para presentarnos, y nos presentó. Salimos a escena y dimos finalmente nuestro concierto.

Musicalmente hablando, fue un concierto muy bonito, que habíamos planteado para ir enganchando al público yendo de menos a más. Así, José Carlos salió sólo a escena (con la duda de si iba a volver el comisario de la exposición con una escopeta a cortarle “en seco” la canción en cuanto hubiese cantado las primeras notas), para interpretar “A beira do mar”. El sonido estuvo muy bien, impecable casi: sólo faltó realizar —sobre la marcha— en los dos primeros temas el ajuste de monitores que previamente podríamos haber resuelto en medio minuto.

Además, tocar con un equipo de imagen como el que había (con varias cámaras y hasta una jirafa, con una pantalla de video gigante en el escenario) y con una decoración simple pero muy acertada, hacían que el grupo se creciese. Todo ello a pesar de que estábamos todos con un cabreo de narices por lo sucedido, y de que aún no las teníamos claras de que en cualquier momento apareciese “Conan el Bárbaro” y nos sacase del escenario a hachazos. En serio: estábamos preocupados, enfadados, cansados y tristes. Pero hicimos de tripas corazón y fuimos profesionales. La procesión fue por dentro, y ofrecimos un muy buen espectáculo.

Cuando terminamos de tocar, recogimos los instrumentos, y cargamos los vehículos. Entonces, Rafa fue a buscar al comisario para tratar el pago del espectáculo. Mientras tanto, el equipo de sonido y el grupo nos estuvimos felicitando mutuamente. Ellos habían hecho un trabajo magistral, y habían realizado una grabación del concierto como pocas habremos visto. Sin embargo, nos dijeron que —como es natural— no nos podían dar una copia del video, puesto que dicha grabación había sido contratada por una empresa y que si lo queríamos, tendríamos que hablar con dicha empresa. Y para nuestra desgracia dicha empresa era la del comisario de la exposición… Nuestro gozo en un pozo.

Rafa volvió y nos dijo que había intentado hablar con el mentado comisario, y que había estado unos 20-25 minutos intentándolo, pero que en todo momento este señor no había dejado de hablar por el móvil, y que posteriormente lo perdió de vista en un momento en que Rafa estuvo hablando con otra persona. Como Rafa nos dijo que al día siguiente él tenía que volver a tocar en el stand de la exposición donde había estado tocando; y como se estaba cerrando el recinto, quedamos en que él lo localizaría al día siguiente.

Pero fue en vano. No lo pudo volver a localizar. Ni tampoco posteriormente a la clausura de la exposición. Puesto al habla con el amigo que estuvo intermediando en la contratación, al parecer resulta que ha habido “movida”, y que aún no se han recibido las partidas correspondientes por parte de la organización. Ni Rafa ha percibido lo estipulado por sus actuaciones, ni tampoco lo ha hecho el grupo.

En cualquier caso, aún podemos pensar que el retraso en el pago no es cuestión de mala fe: hay muchísimos sitios —la mayoría son instancias oficiales, como ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, etc…— en donde, salvo que se especifique en contrato, se puede diferir el pago incluso más de un año. Esto es lo que hay cuando los pagos provienen de un presupuesto que no se cobra hasta el siguiente año. Y esto, hay que decirlo, es una putada: no se puede tener a una persona esperando cobrar un año, joder... A ver si los politicastros y burócratas de mierda responsables de los pagos de las administraciones públicas aprenden de una puta vez: a ellos me gustaría verlos esperar un año el pago de su trabajo.

Pero aún admitiendo que no sea cuestión de mala fe, lo que sí nos parece mala fe es no poder haber localizado a este señor. Que no se nos haya dado a estas alturas ninguna explicación sobre lo sucedido, ni que nosotros hayamos podido explicar nada. Que no sepamos nada sobre el pago. Que no hayamos podido hablar, comunicarnos, que es lo lógico.

Según nuestras últimas informaciones (provenientes del amigo-intermediario de Rafa), este señor se encuentra desde hace poco hospitalizado de gravedad. Desde estas líneas, y aun sin borrar ninguno de los epítetos que le he dirigido por su actuación, le deseo SINCERAMENTE en nombre de todo el grupo que se restablezca rápida y felizmente. Su dolor sólo nos provoca tristeza, y la vida y salud de esta persona son respetadas como la que más.

No así su actuación aquel día.

Él se portó con nosotros muy mal. Quizá fuesen las circunstancias, no lo sé. Pero ello no disculpa para nada su comportamiento (sobre todo porque, como ya he dicho, él tampoco intentó en ningún momento disculparse, ni ofrecer ni recibir explicaciones; y porque ha obstaculizado posteriormente el contacto).

No se puede jugar con las personas. Y él lo hizo. No se puede decir a personas: “no sois nada ni nadie”. Y él lo hizo.

¿Es normal que a un grupo le pregunten que “cuántas azafatas necesitáis para que os transporten el equipo”? ¿No es humillante tanto para ellas como para nosotros?

Si no importa un carajo la música para un evento así, ¿para qué se contrata a un grupo y se le hace venir desde Granada? Si no importa nada, ¿para qué se contrata todo un despampanante equipo de sonido, iluminación e imagen?

Si se quiere organizar o coordinar un evento de esas características, significa que se debe conocer (o por lo menos preguntar y aclarar) el “timing” necesario. Y respetar esos horarios. ¿Para qué se nos hace llegar a las seis de la tarde, si no se puede empezar a probar sonido hasta las ocho cuando mínimo? ¿Cómo es que el acto de inauguración (utilizando el escenario) no termina hasta las siete y media largas? ¿A qué hora empezó? ¿Se había calculado la duración del mismo?

¿Es normal que, una vez que se ha producido el retraso, no se permita trabajar a un equipo de técnicos de sonido y a una banda contratada? ¿Conocía este señor lo que iba a durar la sonorización del concierto o cuánto tarda normalmente una banda en sonorizar? ¿Habló en algún momento con alguien para saber cuánto nos quedaba de tiempo? ¿Nos solicitó, cuando aún era ocasión, que nos diésemos prisa; o nos dio —a nosotros o a la empresa de sonorización— alguna explicación? Si incluso por necesidades del evento —o por conveniencia para el mismo—se hubiese debido suspender la actuación, ¿no hubiese sido lo normal hablar con las partes implicadas?

¿Se puede llegar —sin tan siquiera haberse presentado— a pie de escenario, pegando chillidos, en el tono que llegó? ¿Se pueden perder las formas y el respeto de la manera en que lo hizo este señor? ¿No hubiese sido más fácil dialogar con el grupo y los técnicos?

¿No hubiese sido de caballeros presentarse al grupo y técnicos —antes o después de la actuación— y ofrecer una disculpa? ¿Se cree este señor que por ser el comisario (yo más bien diría el “sheriff”) de la exposición, puede ir tratando a la gente como si fuesen escoria?

¿Sabe bien este señor lo que implica estar en un ensayo tres días a la semana, pagar el local (caro como es, por cierto), mantener los instrumentos y los equipos (que también cuestan sus buenas pelas), preparar artísticamente un concierto (cada evento se prepara en especial), preparar la “intendencia” (alquiler de furgoneta, timing, preparar los coches, etc), desmontar el equipo del ensayo y cargarlo en los vehículos, hacerse tres horas de camino (y desde luego, pagar la gasolina, por no hablar del desgaste que sufren vehículos cargaditos hasta arriba), llegar a un sitio y encontrar problemas (siempre hay alguno/s), desmontar el equipo de los vehículos y montarlo en el escenario, hacer una prueba de sonido que a veces dura más de una hora, pagar una cena que te comes echando leches porque no hay tiempo para más, hacer un buen concierto de dos horas aunque ya estés hecho polvo (siempre es igual, nosotros no somos los Rolling y no llevamos un equipo de montaje y de probadores de sonido), terminar y casi sin tiempo ni fuerzas descargar el equipo de escenario, montarlo adecuadamente en los coches, otras tres horas de carretera y manta (porque si te quedas a dormir, te cuesta un huevo), llegar al local y descargar de los vehículos el equipo, para volverlo a montar en el ensayo… y todo eso antes de que puedas pensar en irte a casa? Realmente me gustaría preguntarle a este señor: ¿sabe Vd. bien lo que es eso para ganar 800 euros a dividir entre siete integrantes de un grupo, después de descontar alquiler de furgoneta, gasolina y cena? ¿Lo sabe? No, porque esto se hace porque uno ama la música.

Si a eso le sumas todo el trabajo de composición en casita; y el haber grabado, mezclado, masterizado y editado un disco que te ha costado un ojo de la cara y casi la apertura del “tercer ojo”; ¿sabe Vd. bien lo que es que te traten a patadas, te digan que no eres nadie, te echen de un escenario, y que todavía a día de hoy no hayamos visto un duro? ¿Lo sabe? No, porque a Vd. eso ni le preocupó ese día, ni supongo que le preocupará el resto de los días. Demasiado jodido estaba aquel día para pensar en nadie. ¿Verdad?

Pues piénsese lo jodidos que estábamos nosotros.

Y si Vd. encuentra disculpa para su comportamiento en lo jodido que estaba, piense que nosotros hubiésemos tenido entonces perfecta disculpa para habérnoslo cepillado allí mismo.

Y no sintiendo (como sentimos) de corazón que Vd. esté en un hospital.