MORRIGANE AL DIA

Diario de actualidad y noticias relativas a Morrigane, grupo de rock celta granadino.

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jueves, noviembre 27, 2008

hola de nuevo

Hola de nuevo, llevo mucho tiempo esperando una señal en el vacio, jajaja no ahora en serio, a quien pueda interesar, Morrigane va a dar su último concierto. Todavia queda. Ya iré (iremos)avisando. id preparandoos.

viernes, febrero 17, 2006

¡VOLVEMOS A "NUESTRO HOGAR": MORRIGANE ACTUARÁ EL 17 DE MARZO EN EL "JUAN Y JOSÉ"!

"I'm coming home" (vuelvo a casa), reza el primer verso del "Black Rose". Y por fin, tras mucho tiempo sin regresar, nosotros volvemos a nuestros orígenes, a nuestro hogar, al sitio que nos vió nacer y crecer: el Pub "Juan & José" de Granada. Juanito (nuestro amigo, y dueño del J&J) ha cumplido con su palabra, y el día 17 de Marzo nos recibirá de nuevo para tocar en la Noche de S. Patricio.

Confirmado: Morrigane actuará en el pub "Juan & José" de Granada el 17 de marzo de 2006 (viernes). Unas pintas de Guinness sellaron anoche el acuerdo, sobre un apretón de manos y un "este año vamos a muerte, caracaqui" pronunciado por Juan Quirós (Juanito para los amigos), el dueño del pub con más solera de toda Granada.

El 17 de marzo es la fiesta del patrón de Irlanda, S. Patricio. Y este año, por fín, nosotros celebraremos —con todos los que os queráis unir— nuestro "St. Patrick's Day" particular en donde siempre lo ha celebrado tradicionalmente Morrigane: en casa de Juanito, de Juan Quirós, de nuestro amigo.

¿Cuántas pintas de Guinness, cuántas risas y lágrimas, cuántos abrazos y besos, cuántas cosas nos habrán pasado allí? Allí nació Dagda (el grupo que fué origen de Morrigane), allí nació Morrigane, allí... Para nosotros, tocar allí es lo mejor que nos puede suceder. ¡Y queremos que estéis con nosotros, siempre nuestros mejores conciertos han sido allí! ¡No nos faltéis, que veréis cómo os alegráis!

Será la séptima vez (seis de Morrigane, una de Dagda) que actuemos en el "Juan & José". Durante los dos últimos años no hemos podido hacerlo, debido a las... ejemmm... ¿Lo llamamos por su nombre? ¡Venga! Pues no hemos podido tocar allí, debido a las putadas que la persecución municipal frente a todo lo que suponga música en directo le reportaron al "Juan & José". Pero Juanito nos prometió que, en el momento en que tuviese acondicionado el local, volveríamos a tocar allí. Y ha cumplido: ¡este año volvemos a casa!

De verdad: esperamos veros allí, en esta ocasión tan singular para nosotros.

Recordad:

.- DÍA17 DE MARZO DE 2006 (St. Patrick's Day 2006) (aún no está confirmada la hora, así que permaneced atentos a esta sección o a la de "Conciertos"); Pub "Juan y José", c/Buensuceso, semiesquina Puentezuelas (muy cerquita de Traductores).

¡Por cierto: ENTRADA LIBRE! (pero eso sí: ¡tomaros un par de pintas de Guinness, canallas, que es S. Patricio!).

jueves, febrero 16, 2006

MORRIGANE ACTUÓ DE NUEVO EN EL PUB “GALLAGHERS”

El 22 de Diciembre de 2005, Morrigane actuó de nuevo (¡y van 5 actuaciones!) en el Pub “Gallaghers”, de La Zubia (Granada); en el que fue el estreno de la colaboración de Angie con Morrigane.


Desde hace ya unos tres años, si tenemos un punto “fijo” de actuación para Morrigane, ése es el Pub “Gallaghers” de La Zubia. Y es que José, su dueño —junto con el “otro“José, su cuñado—, nos suele llamar una vez por temporada (hay dos anuales: antes y después del verano) para que actuemos en su local. Lo que resulta en que solemos actuar allí dos veces al año, como puede deducirse de una simple operación aritmética (yo utilizo para estos menesteres el cálculo digital: es decir, con los dedos). Tocar allí ya es para nosotros toda una tradición.

Y la verdad es que nos sentimos muy agusto allí, y que nuestros “José’s” nos tratan muy bien (hacen un buen esfuerzo para llegar hasta el cachet mínimo de un grupo de 7 miembros). Por otra parte, el público de La Zubia es muy cariñoso con nosotros, y suele venir “masivamente” a acompañarnos, cosa que le agradecemos enormemente.

El pub “Gallaghers” es un sitio precioso, todo hay que decirlo: perfectamente ambientado en plan “tradicional irlandés”, con un servicio esmerado, dos buenas televisiones… ¡y con unas tapas que “hasta dan la hora”, cosa maravillosa en este tipo de pubs! Vamos, que es el sitio perfecto para ir a ver un partido de fútbol, para ir a merendar (su pastelería/bollería está muy por encima de lo que es común en un pub), para ir a tomar un café (no os perdáis su café irlandés), o para cenar: tienen un servicio de cocina que “parte con la pana”, con unos platos típicos (y no tan típicos) muy bien confeccionados, de muy buena presentación, y abundantes en el plato (afortunadamente, José no es de los que se apuntan a los vicios de la “nouvelle couisine”). Vamos, que, como le suelo decir, lo único que le falta es apuntarse a poner en la carta algunos buenos platos típicos irlandeses, como el “Shepperd’s Pie” (un pastel de carne, patatas y queso que está delicioso); el “Boxty” (unas tartaletas fritas de patata aderezadas con salsas, que están para morirse acompañadas de una buena Guinness); el “Sausage & bacon hot Pie” (un pastel de patatas, salchichas y bacon para los que gustan de las emociones fuertes); o incluso un buen “Beef in Guinness” (un estofado de carne con verduras, guisado en cerveza Guinness con sidra). ¡Eso para empezar, José, que ya te iré pasando más recetas, jajaja!

Pero hablando en serio, el “Gallaghers” se distingue igualmente por ser uno de los pocos sitios que van quedando en la provincia donde mantengan una programación regular de actuaciones en directo. Y no solamente eso: es de los sitios donde, dentro de sus posibilidades, saben que los músicos somos personas, y (salvo algún malentendido) comprenden y tratan muy bien a los grupos o solistas que allí se presentan. Por ejemplo, si nos han visto montando allí desde las seis de la tarde, suelen “extralimitarse” con las tapas y con las raciones que le pedimos, y de esa forma uno puede salir a tocar con algo dentro del cuerpo (cosa que se nota mucho en el escenario, si somos francos).

Y precisamente el del escenario es uno de los puntos “flacos” que solemos tener Morrigane cuando vamos a tocar allí: somos un grupo de siete integrantes, con batería, mesa de mezclas, amplificadores de referencia y pantallas de sonido incluidos. ¡Es materialmente IMPOSIBLE que quepamos, jajaja! Pero siempre se soluciona con buen humor, con un poco de apreturas, y con un ambiente que merece la pena vivir. Incluso tengo que decir que, por lo menos, el local cuenta con un escenario (cosa que dice mucho a su favor), que el escenario en sí es precioso (cosa que dice aún más a su favor), y que generalmente tocan allí perfectamente grupos de menos componentes, o grupos que tocan en acústico. Esta última vez, incluso, los miembros de Morrigane resolvimos el tema de muy buena manera: José Carlos, Rafa y este servidor tocamos delante del escenario ¡más cerca del público, cosa que nos encanta!

Esta ocasión, además, fue muy especial para nosotros, puesto que fue la presentación de Angie colaborando con Morrigane. Y aunque ahora entraré en el plano musical, tengo que decir que me sentí muy agusto comprobando que le encanta la Guinness (se metió dos pintas entre pecho y espalda ¡antes de que finalizara el primer pase, jajaja!) y que es un placer tener un “toque femenino” en Morrigane. Por no decir que la pobre se metió un costalazo impresionante justo antes de venir a tocar (tenía un moratón de miedo en la pierna), y que se portó como una campeona, siempre con la sonrisa en la boca.

Para llegar a tiempo a tocar con nosotros, Angie batió el récord mundial de “me aprendo temas a presión”, en un tiempo prácticamente imbatible. ¡Vaya oído que tiene esta chiquilla! Estuvo “finita, finita”. ¡Ay, si no tuviese sus propias miras musicales…! Nos encantaría tenerla como una integrante fija de Morrigane… ¿Quién sabe? Tal vez algún día cambie de opinión; pero por el momento, ella tiene muchas ganas de hacer realidad su sueño de crear una banda de “punk-rock” con integrantes exclusivamente femeninas. Desde aquí le deseamos la mejor de las suertes en su proyecto.

Lo cierto y verdad es que, salvo algunos fallillos comprensibles, tocó como los ángeles. Y que fueron muchas las felicitaciones que tuvimos por su colaboración, que deseamos repetir siempre que ella esté disponible.

Por lo demás, fue un concierto muy relajado, muy bonito a nivel escénico, y musicalmente muy “redondito”. Los que se acercaron a vernos salieron muy muy contentos: siempre que vamos allí recibimos muchas atenciones y felicitaciones, cosa que agradecemos de corazón, y que son nuestra mayor recompensa. De verdad os lo digo: si os ha gustado nuestro concierto, por favor, no tengáis ningún pudor o “corte” en venir a decírnoslo. Para nosotros es la mejor de las formas de reconocimiento.

Como veréis, todo estuvo muy bien… Aunque tengo que reconocer que, en esta ocasión, también hubo un “pero”. Al igual que en otras ocasiones hemos llenado a rebosar, en esta ocasión “pinchamos” un poquito, dejando la cosa en tres cuartos de entrada. Había gente, se notaba ambiente, y el público estuvo tan genial y comunicativo como siempre; pero nos faltó ese “lleno absoluto” (que normalmente nos impide casi llegar a los servicios entre pase y pase, jejeje) de otras ocasiones.

En cualquier caso, desde aquí le damos las gracias al Pub Gallaghers (y a los dos “José’s” en particular) por habernos invitado para tocar allí; y les pedimos que sigan contando con nosotros para próximas ocasiones: estamos muy contentos de ir allí temporada tras temporada.

Y a nuestros seguidores de La Zubia y de Granada les damos las gracias por su apoyo, y les pedimos que nos sigan dando su aliento. Para nosotros, tocar allí es algo muy especial, y les necesitamos para que siga siéndolo. ¡Nos vemos pronto de nuevo en el Gallaghers!

martes, febrero 14, 2006

EL CONCIERTO DIDÁCTICO DE MORRIGANE: UNA NUEVA FORMA DE ENSEÑAR Y DIVERTIR

El 16 de noviembre de 2005, Morrigane inició la que esperamos sea una nueva faceta a desarrollar por el grupo: los conciertos didácticos. Ese día presentamos nuestro primer “concierto didáctico” en el Centro Cívico “Medina Elvira” de Atarfe (Granada).

Desde finales del verano, nuestro representante en Granada, Enrique Acosta, nos había sugerido la posibilidad de llevar a cabo una idea nueva: conciertos didácticos. Sólo ponía como condiciones para “ofertarlo en el mercado”que tendríamos que prepararlo exhaustivamente (de eso él estaba seguro, sabe el cariño que le ponemos a las cosas), y que antes de llevarlo a cabo él tendría que comprobar la calidad del mismo en un “ensayo general”.

La verdad es que desde el primer momento nos gustó muchísimo la idea, y además teníamos completamente diáfano que somos un grupo “idóneo” para realizar este tipo de conciertos. Además, suponía un reto muy especial para nosotros, y una actividad que sabíamos que nos iba a divertir y enriquecer especialmente, tanto en nuestra formación musical como a nivel artístico, por las características especiales de este tipo de conciertos. Sabíamos que iba a ser una experiencia muy diferente a la de un concierto “normal”, y que tendríamos un ambiente y unos objetivos muy especiales y atractivos. Así que no solo aceptamos, sino que nos pusimos “manos a la obra” para su preparación.

Ahora alguno de vosotros se preguntará: “¿Y qué es eso de un concierto didáctico?”. Os voy a intentar hacer una pequeña definición “inversa” (es decir, explicando “qué NO es un concierto didáctico”) con algunos comentarios, para pasar a continuación a la definición directa. Un concierto didáctico no es una excursión al teatro, donde “el niño/joven de turno” dirige la orquesta, o donde solamente importa que el niño/joven juegue o se divierta con los compañeros de asiento. El espectáculo por el espectáculo es un engaño educativo. Sin embargo, el concierto didáctico no es tampoco una clase magistral unívoca, donde el profesor o el conferenciante de turno “larga un rollo” con algunos ejemplos. El concierto didáctico es una vía muy efectiva de transmisión y asimilación educativa de planteamientos, conocimientos y nociones básicas musicales.

“Bien, vale, de acuerdo; pero… ¿y eso, cómo se come?”. Para responderos a esta pregunta, tengo que decir que los conciertos didácticos están fundamentalmente adecuados al público que los escucha. Existe en ellos la figura del presentador o animador musical (en nuestro caso, lo presentamos cinco integrantes de Morrigane que nos vamos alternando en tal menester), que es quien guía a los asistentes a través de la audición, para ayudar a la comprensión de la misma. Su trabajo consiste no en dar una clase con un micrófono, sino en dinamizar el concierto para que sea una experiencia educativa; y que entonces el solista o el grupo musical que actúa se convierta en una herramienta pedagógica extremadamente valiosa y flexible.

—“Ahhh, ahora lo entiendo: se trata de dar un concierto, pero con una introducción de los temas, y explicando cosas de los mismos, ¿no?”. Pues no, hijo: aún estás más perdido que el mono de Marco en un Burguer King. Un concierto didáctico es mucho más que eso. Se trata, como antes he dicho, de explicar toda una serie de conocimientos y nociones básicas musicales; pero todo ello a través de una ejemplificación constante para su perfecta asimilación. Además, tiene que ser un espectáculo eminentemente ameno y divertido, que mantenga a los asistentes atentos, y que establezca continuamente la participación de los mismos, mediante una comunicación efectiva con los presentadores y ejecutantes.

—“Joues…Pues si es como el folio teorético que me acabas de largar, ¡qué bodrio, tú!”. No, chaval, no: que ni esto es un concierto didáctico, ni tú eres un crío de 7 años. Así que te tengo que explicar las cosas “académicamente”. Si te quieres divertir, vente al próximo concierto didáctico de Morrigane, y verás lo que es bueno, ¿oks?

—“Fale”.

Pues eso, socio, así quedamos. Y ahora, permíteme que le siga contando a la peña los intríngulis de nuestro concierto didáctico, que se me van a ir antes de terminar el artículo.

Contrariamente a lo que pueda parecer, el concierto temático de Morrigane no podía ni debía quedarse en “una explicación ejemplificada de la música atlántica/céltica”. Los estilos y características estéticas de esta música debían reflejarse desde la perspectiva de la Historia de la Música, y a ser posible desde una visión evolutiva: es decir, entendiendo que el desarrollo de los instrumentos ha ido parejo al de la música, y que la influencia de estas dos variables ha sido tanto recíproca como continua. Incidiendo en esta evolución, nos deberíamos centrar en la evolución del folk atlántico y el pop-rock, siempre en relación con la dinámica cultural y social relacionada. Es decir, no sólo quedándonos en la música, sino también en la cultura y la sociedad de los pueblos de donde parten estas músicas.

Pensábamos que, a través del concierto didáctico, los asistentes deberían poder escuchar la riqueza y diversidad tímbrica presente en el mundo occidental, con instrumentos de la cultura europea y americana, desde la raíz folclórica atlántica hasta el rock / pop actual; y así poder igualmente mostrar la clasificación de los instrumentos según distintos criterios: en familias, si pueden producir uno o varios sonidos simultáneos, según el elemento generador del sonido, su uso, su procedencia...

Además, mostrando las posibilidades de ejecución de cada instrumento se abordarían globalmente los elementos de la música y los parámetros del sonido, junto a otros conceptos como procedimientos compositivos y formas musicales básicas, siempre de una forma práctica y experimental; y ante todo, divertida y amena.

Pero para llegar a estas conclusiones, aún faltaba un largo camino.



Estando —como ya estábamos— embarcados en la presentación del disco, el concierto didáctico supuso otra “carga intelectual” adicional a la ya de por sí abrumadora exigencia de la presentación del CD. Pero nos pusimos manos a la obra.

Lo primero que había que hacer era buscar información y documentación sobre qué representaba un concierto didáctico: es decir, experiencias anteriores desde las cuales conformar un esquema estructural teórico y práctico que nos sirviese de punto de partida. Y encontré suficiente información como para, mediante una interpolación adecuada a nuestro caso, construir un modelo base. Tras presentar y consultar este modelo con el resto del grupo (especialmente con Jesús, que todavía formaba parte de Morrigane; y cuya opinión como profesor superior de música me interesaba particularmente), concluí que había dado justo en el clavo. Desde luego, el modelo sólo era un boceto en el que se presentaban, a grandes rasgos, las motivaciones y la historia de los “conciertos didácticos”, los objetivos y la metodología a utilizar, las áreas “globales” a desarrollar, e incluso el porqué nuestro grupo era “idóneo” para desarrollar este tipo de actividad. Había que perfilarlo y desarrollarlo; pero era un buen punto de partida. Y tengo que añadir que a partir de este modelo desarrollé posteriormente el “dossier” para conciertos didácticos que nuestro representante utilizó para su comercialización. Y que fue muy bien aceptado, recibiendo numerosos elogios.

Ahora había que concretar cuáles serían cada uno de los aspectos particulares a desarrollar, definir su enfoque didáctico concreto, la duración aproximada que deberían tener en el espectáculo, definir quiénes iban a desarrollar y ejecutar cada uno de ellos, etc. Fue un trabajo duro, pero tres semanas antes de la presentación del CD, conseguí terminarlo y presentarlo al resto del grupo. Y de nuevo obtuve el “plácet” del resto de mis compañeros. Ahora ya sabíamos concreta y exactamente qué teníamos que desarrollar, cómo desarrollarlo, y quién lo tenía que desarrollar.

Estando —perdonad la reiteración, pero es que es un detalle importante— sobrepasados por la preparación del concierto de presentación del CD (del cual ya habréis visto el artículo correspondiente en este blog), resultaba prácticamente imposible dedicarle tiempo al concierto didáctico, así que decidimos dar una tregua a la preparación de éste, postergándolo hasta el día siguiente al de la presentación del CD; pero siempre teniendo en cuenta que, en esas dos semanas y media que nos iban a quedar, tendríamos que realizar otro “esfuerzo titánico” para desarrollar y ensayar (hasta la última coma y hasta la última nota) un espectáculo que fuese tan educativo como divertido, tan formativo como ameno y original.

Y así fue. Terminamos el concierto de presentación de “Tierra Mojada”, y al día siguiente ya estábamos quedando (con la resaca incluida de algunos componentes, todo hay que decirlo) en el local de ensayo para perfilar algunos aspectos organizativos y musicales. Resolvimos doblar el número de ensayos, y quedamos en que, para cuatro días después, todo el mundo (y los “equipos ad-hoc” de miembros que este servidor había definido en el esquema preliminar) debería traer completamente redactado el desarrollo de los puntos que se les habían encargado.

Mientras tanto, en los ensayos intermedios, prepararíamos algunas piezas del repertorio que sabíamos que tocaríamos con toda seguridad en el concierto didáctico. Pero… iba a surgir un escollo muy importante.

Y es que, después de una sucesión de ciertos hechos acaecidos —desde hacía meses, y que llegaban hasta la misma fecha del primer ensayo al que Jesús pudo asistir después de la presentación del CD—, y después de toda una serie de desavenencias entre casi todos los componentes del grupo y Jesús, la situación se tornó insostenible. Y ello derivó en la separación entre Morrigane y Jesús, que veía venirse desde tiempo atrás, pero que no se había llegado a materializar anteriormente por resultarnos (a todos, incluyendo al propio Jesús) algo inimaginable —tanto en el plano de lo puramente amistoso como en el plano meramente profesional— unos meses antes. A este respecto, creo que tras el anterior artículo publicado en este blog referido a este tema, nada debo añadir; tanto por respeto como por cariño mutuo.

Afortunadamente, y ante la posibilidad de que Jesús no pudiese tocar el concierto didáctico por cuestiones profesionales de incompatibilidad de horarios (que no de otro tipo, y aclaro de antemano —ante las posibles reticencias que puedan surgir— que Jesús ya lo había anunciado desde tiempo antes del concierto de presentación), Juan Antonio había hablado con Juan Cabello (nuestro "Juanillo"), buen amigo suyo y violinista de Glendalough (banda granadina compañera de esfuerzos en la música atlántica tradicional, con la cual Juan Antonio había colaborado en numerosas ocasiones); y le preguntó si podría sustituir a Jesús para este concierto didáctico, a lo que Juan accedió gustosamente caso de que al final Jesús no pudiese asistir. Incluso, preparó por su cuenta (sin saber si al final tocaría) algunos temas del repertorio de Morrigane.

Desde aquí quiero dar las gracias a Juan en nombre de todos los componentes de Morrigane. Asistió, desde la separación entre Morrigane y Jesús, a todos los ensayos preparatorios del concierto didáctico. Se comprometió a tocar dignamente en el concierto didáctico, pese a la falta material de tiempo, y lo hizo como un campeón, convirtiéndose en una pieza básica del concierto didáctico de Morrigane. Derrochó esfuerzo y dedicación; y sobre todo, dedicó sin descanso su simpatía natural, su sonrisa perenne y su inagotable positividad en intentar elevar la moral de un grupo que estuvo a punto de escindirse tras la separación entre Jesús y Morrigane. Actuó en todo momento respetuosamente, con una cariñosa familiaridad —repleta de atenciones y de apoyo— digna de encomio. Y demostró ser un gran profesional, valiente y diestro como pocos.

Juan, gracias por ayudarnos a salvar nuestro concierto didáctico. Gracias por ayudarnos a salvar nuestro grupo. Gracias por tu amistad. Y permíteme decirte que sinceramente esperamos —aunque de aquí a algún tiempo (deseamos que sea mínimo) encontremos un nuevo compañero para Morrigane— poder volver a contar con tu colaboración y con tu persona en muchas ocasiones. Nos tienes a tu disposición, porque has dejado en nosotros una huella indeleble de hermandad.

Fueron días muy malos, muy tristes, muy duros. Estábamos “tocadísimos” por lo acontecido. Incluso hubo dos componentes del grupo que estuvieron a punto de separarse. E incluso uno de ellos no quería tocar el concierto didáctico. Pero la amistad, el pundonor, el compañerismo y la profesionalidad vencieron. Y posteriormente, con calma y tiempo para madurar las ideas, las aguas volvieron a su cauce. En muy buena parte, el éxito del concierto didáctico nos dio tiempo para volver a extender las alas, restañar heridas y superar las dudas.

En el día acordado, como es natural, no estaban redactados los puntos acordados para el desarrollo del concierto didáctico. Pero sí lo estuvieron cuatro días después: cada uno (y cada uno dentro de los grupos de trabajo formados “ad-hoc”) hizo su trabajo espléndidamente. Y tengo que decir que nos dimos una lección de compañerismo y de amistad inigualables: cada uno apoyó a su compañero, cada uno aportó ideas y críticas constructivas al desarrollo, todos nos volcamos en la tarea. Sólo hicieron falta un par de ensayos para “limar flecos”, engrasar la máquina y echarla a rodar. Y tengo que decir que, al contrario de lo que expresé como opinión personal al respecto del concierto de presentación, todo quedó como debía y queríamos: no faltó nada, todas las ideas se llevaron a cabo (incluso hubo que prescindir de muchos aspectos muy interesantes, por falta de minutaje para un concierto didáctico ya muy extenso tal y como quedó). Y sobre todo, la experiencia de trabajo y compañerismo de los “ensayos generales”nos sirvió para comprobar tanto los aspectos mejorables como aquéllos que debían permanecer inalterados. En suma: el concierto didáctico de Morrigane, tanto por su preparación como por su concreción, es algo de lo que me siento tremendamente orgulloso. Como me siento increíblemente orgulloso e ilusionado de pertenecer a una banda como Morrigane; y ante todo, de tener a mi lado a las personas que lo forman.

La mejor muestra del éxito de nuestro “concierto didáctico” —junto con la reacción del público y de los profesores que asistieron al mismo, claro está— nos la dio nuestro representante en Granada, Enrique Acosta. Él quiso asistir al último de nuestros ensayos generales, para comprobar que la confianza depositada en nosotros se correspondía con sus expectativas. Y creo que francamente le hizo muy feliz comprobar que, pese a todo, “sus” Morrigane (como él nos llama) seguían siendo el grupo que tanto le ilusiona, y que estábamos preparados para hacerlo. ¡Va por Vd., maestro! (¡Y consíguenos muchos “conciertos didácticos” más, Enrique!).

Voy a intentar no extenderme mucho en lo que fue en sí el concierto, puesto que ya os he explicado casi toda la “tramoya” del mismo. Simplemente voy a mencionar que llegamos muy de mañanita al coqueto y multifuncional Centro Cívico “Medina Elvira” de Atarfe, y que montamos muy rápido el equipo. Que José Carlos estuvo tan fantástico como siempre en la prueba de sonido (íbamos con nuestro propio equipo), y que una vez que terminamos con la misma, se dio paso a alumnos y profesores de varios colegios locales. Tuvimos que esperar un poco hasta que llegaron los últimos rezagados, pero nos vino muy bien para descansar un poquito antes de salir a escena. Tengo que decir que algunos salimos bastante nerviosos (era la “prueba de fuego”, siendo primerizos en la representación de un concierto didáctico de estas características), pero que rápidamente empezamos a disfrutar cada vez más del concierto. Que los “gags” funcionaron, que el público se divirtió y que creemos que aprendió y asimiló muchas cosas; y que aplaudieron y animaron a rabiar. Y sobre todo, que los profesores asistentes nos felicitaron muy efusivamente tanto por el planteamiento como por la concreción del “concierto didáctico”.

¡Y aún, después de la experiencia, creemos que lo podemos hacer mejor! Anotamos bien lo que funcionó más y lo que menos (¡aunque todo funcionó, y eso nos llena de gran satisfacción!), y para la próxima, seguro que lo haremos “redondito, redondito”.

miércoles, febrero 01, 2006

JESÚS Y MORRIGANE SEPARAN SUS RUMBOS

Sí: a mediados de noviembre, tras la presentación del disco, Jesús y Morrigane separaron sus rumbos.

Y lo digo con toda mi pena y mi pesar, que son los del resto de mis compañeros. Han sido muchos años de tocar con un compañero alegre, conciliador y en el que siempre encontrabas un apoyo y una mirada tranquilizadora tanto en el ensayo como en directo; contar con Jesús era contar con un músico genial, con un arreglista magistral, con un virtuosísimo amante de su instrumento y de la música: de cualquier tipo de música.

Y lo que más me apena a mí, particularmente, es que Jesús era un amigo que, junto con José Carlos y conmigo, fue re-fundador de Morrigane; y con el que han caído muchas pintas, y con el cual hemos compartido muchas alegrías y muchos sinsabores.

Yo le recuerdo con mucho cariño, como el resto de Morrigane. Y el hecho de que una serie de disensiones y de hechos acaecidos desde hace un tiempo nos haya separado, no es óbice para decir que yo, particularmente, le tengo en mi corazón.

Morrigane sigue adelante, y creo sinceramente que, aunque muy dolorosa, la separación entre Morrigane y Jesús fue la opción más adecuada. Ahora se abre otra vía, y todos tenemos mucha, muchísima ilusión en esta nueva etapa.

Os pedimos vuestro apoyo, especialmente ahora. Creemos que tenemos aún mucho que aportar; y por suerte también tenemos buenos amigos que colaborarán con nosotros hasta que podamos encontrar un/a nuevo/a compañero/a. No queremos “suplir” a Jesús (eso sería imposible: Jesús sólo hay uno), sino encontrar a una persona que pueda aportar su “granito de arena” personal a Morrigane.

Desde ahora, Morrigane no será mejor, igual o peor que con Jesús: será simplemente diferente. Estamos muy ilusionados con seguir adelante. Pero también recordamos a Jesús.

Permitidme pues, gritar junto a mis compañeros, en estas líneas, dos cosas que no son contradictorias, y que además me salen del corazón:

¡Larga vida a Morrigane!
¡Un abrazo muy fuerte, Jesús!

¡MORRIGANE PRESENTÓ OFICIALMENTE SU PRIMER DISCO, “TIERRA MOJADA”!

El día 5 de enero de 2005, a las 21.00 horas, Morrigane presentó “oficialmente”, en el marco del teatro del Centro Cívico del Zaidín, su primer CD grabado en estudio.

Oficialmente, el disco no tiene nombre (como suele suceder en la mayoría de los primeros discos de los grupos); pero entre entre el propio grupo (y entre casi todos los que nos seguís y apoyáis) recibe, como bien sabéis, el título de “Tierra Mojada”. Este título hace referencia a muchas cosas (entre ellas al tema llamado “Wetland”, que José Carlos compuso haciendo referencia al título que presumiblemente llevaría el CD), pero sobre todo tiene que ver con la frescura y la suavidad del tacto y la vivificante belleza del olor de la tierra recién mojada. Por tanto, tiene que ver con la Vida, con la promesa de Vida y con la increíble fuerza con que la Vida se abre paso hasta en los detalles más insignificantes.

La idea de este “título no-nato” la tuvimos José Carlos y este servidor cierta madrugada en que regresábamos a casa de madrugada (no diremos de dónde) y, al pasar por una Plaza Nueva recién mojada por la primera lluvia de otoño, no pudimos más deleitarnos con el olor, la caricia de la frescura, y el manto de pureza que nos abordaba el alma. Nos pareció entonces el mejor título para un CD de un grupo que por aquellos momentos estaba luchando por vivir, tratando de germinar y de abrirse paso ante muchas adversidades. El olor a tierra mojada nos pareció el signo que en aquellos tiempos nos auguraba que algún día nuestro CD viviría y se haría una realidad.

El título también tiene relación con una anécdota acontecida hace algunos años, cuando nuestro amigo Pablo (más conocido por Bran, gran amigo del grupo y flautista como el mejor), en una visita a Granada, dijo que una amiga de Madrid le había dicho que Andalucía no le gustaba porque no había vegetación, y porque todo estaba seco (se ve que la “chata” no se había pasado mucho por estas tierras). Como estábamos en compañía de nuestro amigo Abraham (amante infatigable de recorrer las veredas más intransitables en su 4x4, y más cabezota que donde los haya), nos montó “por cojo…” en el citado 4x4, nos llevó por todos los más infames vericuetos de la Sierra y los alrededores de Granada; y cuando terminó (ya rayando el alba), le espetó al pobre Pablo: “¡Y ahora le dices a tu amiga si hay o si no hay verde en el Sur, cojones!”. Por cierto, si algún conocido de Abraham lee estas líneas, os doy como buen consejo que jamás le digáis que Andalucía es otra cosa sino un feraz vergel inigualable, jejeje.

La presentación “oficial” del disco fue una tarea muy ardua que llevábamos preparando desde dos meses antes, tanto en el terreno musical como en el organizativo. Y aunque al final hubiese algunos fallos, o tal vez no saliesen todas las cosas todo lo bien y coordinadamente que hubiésemos deseado (vosotros sois los mejores jueces y tenéis la última palabra), tenemos que alegar que trabajamos como leones y que nos preocupamos hasta del último detalle.

En lo musical, fueron muchos (muchísimos) ensayos; y muchas mañanas, tardes y noches de trabajo en casa: queríamos definir completamente los mejores arreglos para los temas (incluyendo los temas “recién salidos de fábrica” que no pertenecían al disco, dos de los cuales habían sido incorporados al repertorio de Morrigane semanas antes de la presentación); queríamos buscar el mejor “orden lógico” para introducir los temas; la mejor presentación para cada uno de ellos; la mejor puesta en escena; que no faltase ni un detalle… Y tenemos que reconocer que, aún con todo lo que hicimos, quizá hubiésemos podido dar algo más de nosotros: en las últimas dos semanas, y por diversas razones (por ejemplo, la lesión y la operación de Iván, o los motivos profesionales de Jesús y Rafa), sólo pudimos tener la formación completa en dos ensayos de los 7 últimos que se habían fijado. Tal vez por eso, o por no haber trabajado suficientemente algunas presentaciones en estos últimos ensayos, no llegaron a salir en el escenario tal y como deseábamos. O tal vez, como ya explicaremos más adelante, porque nos venció un poco (o un mucho) la emoción y la responsabilidad. En cualquier caso, sabíamos lo que íbamos a tocar, cómo hacerlo y con mucha desenvoltura; y además, por el trabajo y la experiencia acumulados en muchos conciertos, ya éramos un grupo suficientemente rodado y con experiencia en eventos de responsabilidad. Eso (y el intenso trabajo previo durante dos meses) nos salvó en muchas ocasiones durante la presentación.

En el terreno organizativo también tuvimos nuestras lagunas. Algunas por inexperiencia, otras por falta de tiempo, alguna otra porque no fuimos todo lo “serios” que debíamos haber sido en alguna parcela; y también tengo que decir que más de alguna laguna lo fue por causas ajenas al grupo. Y así, aunque fue un trabajo frenético, descubrimos que nos hubiese faltado incluso un mes más para poder abarcar todo lo que queríamos. Tal y como indiqué en una contestación a cierto famoso comentario que se hizo en nuestro libro de visitas, “(…) estuvimos redactando guiones -que pueden salir mejor o peor en escenario-, y preparando todos y cada uno de los detalles de la actuación: por ejemplo, sonorizando a Morrigane y superando todos los impedimentos graves de última hora que surgieron con el equipo de sonido, (…) diseñando y currándose entradas (…); buscando azafatas para el evento; hablando y negociando con los responsables de la sala (…); currándose las listas de invitados; contactando y hablando con los medios de comunicación; y un largo etcétera de cosas y detalles (…)”. Pero aún así, se nos quedaron muchas cosas en el tintero o fuera de nuestras posibilidades (como una rueda de prensa en condiciones, un pequeño ágape para la prensa y familiares cercanos —esto fue desechado por el propio grupo cuando lo estudiamos a fondo: resultaba imposible hacerlo sin incomodar al resto de invitados—; una buena decoración del escenario; un mayor control en las entradas, etc).

En realidad, aunque para todos significó un maravilloso logro —personal y como grupo—, y la consecución de una meta soñada, que abre un nuevo reto para Morrigane; también me quedó (y no sé hasta qué punto puedo hacer extensivo esto a mis compañeros, tal vez sea solamente una opinión singular entre nosotros) un cierto regusto amargo por cómo se desenvolvieron las cosas antes, durante y después de la presentación. Creo que trabajamos como leones, pero tal vez descompensadamente, sin la suficiente experiencia y sin tener algunas ideas suficientemente definidas o coordinadas. En cualquier caso, todo esto nos ha servido de experiencia y de lección para la que esperamos sea algún día (y esperemos que no muy lejano) la presentación del segundo CD de Morrigane.

Lo importante es que, con vuestra ayuda, lo logramos. Y desde aquí os damos las gracias a todos los que nos habéis ayudado o aportado un granito de arena. Vuestro esfuerzo y el nuestro han merecido la pena. El sueño se cumplió.

Yendo a los pormenores, y después de haber dejado claro el frenético trabajo desarrollado con anterioridad, vamos a contar un poco de las 24 horas anteriores a la presentación. Incluso empezaremos un poco antes: tres días antes (el martes 2) habíamos tenido nuestro último ensayo (el “ensayo general”, como lo solemos llamar). Y aunque la cosa fue bien, no pudimos contar con nuestro violinista, Jesús. Desde días antes habíamos decidido descansar desde ese martes hasta el viernes día 4: no podíamos llegar completamente agotados física y mentalmente. Estábamos completamente “emparanoiados” y “derrotaícos”, y sabíamos que lo mejor que podíamos hacer era relajarnos un poco y despejar nuestra mente. Gracias a Dios que lo hicimos: de otra forma no hubiésemos podido superar la presión de las últimas 36 horas antes de tocar.

El viernes, después de comer, fuimos al ensayo para desmontar el equipo, organizar todas las cosas, ocuparnos de que nada quedase atrás, montar las cosas en los coches y llevarlas al Centro Cívico del Zaidín. Tuvimos que dar tres viajes, porque mi coche estaba en el taller y Jesús aún no había llegado a Granada desde Almería… Gracias a Dios que Óscar (el hermano de Iván) y Juan Antonio estuvieron al quite…

Aquí empiezan las andaduras de las últimas 36 horas.

Ante todo, y a pesar de lo que se dice a continuación, queremos dar las gracias a Isidro Olgoso, director del Centro Cívico del Zaidín, por todas las facilidades que nos prestó para que pudiésemos presentar nuestro disco en el mismo, y por todas las atenciones y decidida colaboración que tuvo para intentar solucionar los problemas de última hora que fueron apareciendo. En nombre de Morrigane le doy mi sincera felicitación por su trabajo, disponibilidad, por el apoyo que presta a los músicos zaidineros (y granadinos por extensión); y porque si bien antes era buen amigo de algunos de los que formamos Morrigane (bien lo demostró), ahora tiene en Morrigane —al completo— unos amigos sinceros. Aquí estamos para él.

Bueno, pues volviendo al tema, cuando llegamos, el primer susto fue cuando comprobamos que en el teatro no existían todas las localidades que Lalo, el técnico y encargado del teatro, le había dicho a José Carlos, y para las cuales habíamos hecho y repartido entradas. En cualquier caso, se nos prometió que al día siguiente dichas localidades estarían en forma de sillas adicionales. Y casi estuvieron, sólo faltó alguna que otra (que por suerte no hizo falta, puesto que también faltaron algunas personas de las invitadas).

El segundo susto (y éste sí que fue sustancial) era que el equipo que Lalo le había asegurado a José Carlos que iba a estar disponible… ¡Tampoco existía! Algo nos olimos cuando dos días antes, en conversación telefónica, le dijo a José Carlos que al equipo se le estaban dando los últimos retoques, pero que no se sabía si podría estar disponible al completo. Y que José Carlos no podría sonorizar: para eso estaba el “técnico oficial” —según le dijo el propio Lalo. Menos mal que José Carlos habló urgentemente con el director del Centro Cívico y éste puso las cosas en orden, autorizando personalmente a José Carlos para realizar la sonorización. En cualquier caso, ya teníamos la “mosca detrás de la oreja” pensando en lo que nos íbamos a encontrar.

Resultado: cuando llegamos allí, en la cabina estaba José "Nene", el técnico “no-oficial” al que se le había encargado la instalación del equipo. Un profesional de verdad, competente y serio en su trabajo, que había hecho una magnífica instalación del equipo suministrado, que había terminado su labor y que la estaba comprobando en ese momento. Pero al que no se le había dicho nada del equipo que se había pactado para nuestra actuación, y que nada sabía prácticamente de la misma. El “técnico oficial” pensaba que con lo que había, ya estaba bien. Y hay que reconocer que quizá para una función de teatro (con no muchos actores) fuese suficiente; pero para un grupo… Ejemm… ¿Resultado? La manguera no tenía suficientes envíos, y de todos los monitores prometidos sólo existían dos. Y como es natural, sin soportes. En cualquier caso, aunque hubiesen existido más monitores (que realmente existían, estaban los de nuestro equipo), tampoco se hubiesen podido conectar a la mesa.

Menos mal que los “buenos haceres” sumados tanto de "Nene" como del propio José Carlos pudieron solventar la papeleta. Porque a la hora de la verdad, el “técnico oficial”, Lalo, no tenía ni idea de cómo se manejaba aquella mesa, aquel equipo, ni nada de nada. Incluso quiso ocultar que había otra manguera adicional de la que "Nene" se hizo eco, le ayudó a encontrar, y con la cual se hizo el apaño que realmente nos sacó del apuro.

Entonces, José Carlos decidió obviar el diseño de sonorización que previamente (en función del equipo prometido) había realizado; para familiarizarse con el equipo disponible, y así utilizar la noche para intentar buscar un diseño adecuado de sonorización con los elementos disponibles. "Nene" le estuvo dando todas las explicaciones y pormenores que José Carlos le pidió sobre los mismos, y quedamos todos para la mañana siguiente. Sin embargo, José Carlos, Juan Antonio y un servidor nos quedamos hablando un buen rato con Enrique Acosta, nuestro representante en Granada, para informarnos sobre el primer concierto didáctico que tendríamos 20 días después; y para informarle de algunos problemas que habíamos tenido para la realización del concierto de presentación, y de los que previsiblemente podrían surgir para la propia realización del concierto didáctico. “Management is management”, y había que hacerlo.

Empezó mal la mañana del concierto: más de uno tuvo problemas de transporte (los buenos atascos de Granada) y más de uno (incluyendo a este servidor) tuvo problemas para localizar tal o cual cosa de papeleo y organización. Vamos, que más de uno llegó con 20 y hasta 40 minutos de retraso sobre el horario establecido.

Además, José Carlos no estaba satisfecho con el único diseño de sonorización que había podido crear con el material disponible. Pero después de hablar con el grupo, y tras sugerirle que nos arriesgábamos a tocar sólo con dos “safefields” de referencia (en plan “ensayo”) decidió prescindir de monitores adicionales, y utilizar la manguera extra para poder realizar una sonorización más cuidada de los instrumentos y del P.A.; así todo podría sonar más nítido por fuera del escenario.

Eso sí, por lo menos, durante este día Lalo estuvo muy voluntarioso para poner y diseñar la iluminación (dos filas de aproximadamente seis focos fijos) y para ofrecerse a encender las calderas para que este servidor se pudiese tomar una ducha después de la actuación, cuestión que le agradezco desde el fondo de mi alma. Incluso se mostró mucho más amable que la tarde anterior, y trabajó para localizar otros cables necesarios, nos facilitó todo el material de apoyo que nos hizo falta, etc. Un día malo lo puede tener cualquiera. Pero lo que no se puede es prometer un equipo y que no esté disponible, ocultar material que sí está disponible, y pretender impedir el acceso a la sonorización a un técnico de sonido (aunque sea externo al Centro Cívico) cuando no se tiene ni idea de sonorizar adecuadamente, y menos en un equipo recién instalado (del cual no se sabe ni para qué sirven la mitad de los elementos).

En fin, que tuvimos que hacernos a la idea de tocar con dos monitores actuando de “safefield” a los lados del escenario, cada uno de ellos puesto encima de una mesa, tras los cortinajes laterales. Del equipo de P.A. del teatro, sólo funcionaba la fila superior (que, a pesar de todo, agregándole nuestras columnas, fue más que suficiente para la actuación). Y ello tras trabajar como descosidos durante toda la mañana de la actuación para solucionar el diseño del equipo a utilizar, solventar los problemas de cableado y montar adecuadamente el equipo.

Cuando terminamos, teníamos tres cuartos de hora para almorzar y tres horas por la tarde (si queríamos tomarnos un pequeño respiro antes de empezar a tocar) para sonorizar.

Por la tarde, nervios y trabajo duro de sonorización. Tres horas (y mucho pico) después, faltaba nada y menos para iniciar el concierto. José Carlos estaba ya que no veía más que faders, botones y lucecitas girando alrededor de sus ojos. El resto del grupo estábamos hechos polvo de la mañanita previa, y de estar de pie y al pie del cañón, siguiendo las instrucciones de José Carlos para lograr la mejor sonorización posible. Cuando acabamos, casi no había tiempo de hablar con las azafatas y con Lalo (quien se iba a quedar en la cabina durante la actuación) para darles las últimas instrucciones, cambiarse de ropa y empezar.

En la puerta, gran aglomeración.

Sin tiempo ni de cambiarme de ropa, di a las azafatas las instrucciones pertinentes para el sistema de entradas. Dado que no teníamos claro que se hubiesen repartido las invitaciones correctamente (Rafa no sabía cuántas invitaciones había repartido ni exactamente a quién, y parecía que le se habían “traspapelado” un cierto número de ellas), la orden era: primero entrarían aquellas personas que tuviesen invitación y estuvieran en la lista; y después quien aun sin estar en la lista tuviese invitación. Por último, y hasta completar el aforo (caso de que sobrasen localidades libres) se entregarían invitaciones a aquellas personas que ni tuviesen invitación ni estuviesen en la lista.

Para no dejar a la gente esperando más tiempo en la calle, se dejaría entrar todas las personas al hall; una azafata situada en la puerta de acceso a las localidades tacharía de la lista los nombres de las personas que fuesen entregando invitación, mientras que otra a su lado verificaría dichas invitaciones y las devolvería (cada invitación tenía una marca con tinta sólo visible a la “luz negra”); y la tercera azafata, situada cerca de la puerta de acceso al hall, entregaría sus invitaciones a aquellas personas que, según la lista, las debían recoger en la puerta. Así de sencillo.

Pero de nuevo alguien o algo falló. Según las azafatas, recibieron órden (¿¡de Lalo!?) de situarse en la puerta de acceso al hall y dejar entrar a quien presentase invitación, ¡e incluso sin verificar la misma! Cuando me quise dar cuenta, ya había entrado mucha gente sin verificar los nombres de la lista. ¿Para qué diablos estuve durante durante mes y pico (hasta la misma mañana del concierto) confeccionando y rectificando listas de invitados como un cornudo? ¿Quién era Lalo para dar esa orden? Yo empezaba ya a ver “bolitas negras” delante de los ojos, ante la idea de que faltasen localidades. Encima de todo el nerviosismo anterior a la actuación, de todo lo que había acontecido en las últimas horas, del cansancio… ¿También eso?

Desde aquí tengo que agradecer personal y sinceramente a Enrique Acosta, nuestro representante en Granada, que me cogiese del brazo, me llevase a los camerinos, y me dijese: “tranquilízate, cámbiate de ropa, échate un cigarrillo y no te preocupes: si hay algún problema, yo me ocupo; pero ya verás que no habrá ningún problema”. Cuando vio que las cosas irían bien, otra vez fue a los camerinos, nos dijo que todo estaba perfecto; y nos animó y apoyó uno por uno a todos los integrantes del grupo. Eso es una persona y un profesional con dos cojones (con perdón por la expresión).

Y desde aquí también tengo que agradecer a mi chiquilla (mi Anuskilla de mis amores) que vino cargada desde casa a traerme los CD’s para venta (con el trasiego se habían quedado allí), que nos trajo ¡50 euros! en monedas de uno y de dos euros —para los cambios— (no sé cómo se las arregló a las seis de la tarde para hacerlo), y que con un beso y un abrazo me dejó como nuevo.

Igualmente quiero agradecer personalmente a los padres de José Carlos (Juan y Carmen) que la ayudaran en la puerta del teatro a cargar los CD’s y a llegar hasta la primera fila de entrada entre la “marea humana” que allí os encontrabais. También Ana me dijo que los padres de Iván le habían echado una muy buena mano a llegar hasta allí: muchas gracias también a ellos.

¡Qué montón de gente estabais en la puerta! ¡Y qué bien avenidos, jajaja! ¡Sois maravillosos! Según las informaciones de que dispongo, muchos estuvisteis esperando mucho rato para poder entrar; y en vez de poneros nerviosos, aprovechasteis para las “relaciones humanas”: ¡parece como si todo el mundo se hubiese conocido allí! Por ejemplo, mis padres conocieron a los de José Carlos, los de José Carlos conocieron a mi hermano y mi cuñada; y así, unos amigos y familiares se iban presentando a otros, ¡y aquello parecía una comuna, jajaja!

Mientras, en los camerinos, nos cambiábamos de ropa, intentábamos que no se nos notasen mucho ni el cansancio ni los nervios, y recibíamos la visita de Mateo, antiguo integrante de Supervivientes, y buen amigo de los integrantes de Morrigane. ¡Y venía con su flamante cámara fotográfica reflex digital, con la cual nos empezó a hacer un reportaje fotográfico increíble, y que abarcó hasta el final del concierto! Por cierto, tengo que decir que no conocía yo esta faceta profesional de Mateo, pero que siendo el que aquí suscribe un amateur avanzado de la fotografía (constantemente tengo que sacar fotografías para mi trabajo de periodista, y me encanta la fotografía como hobbie personal) tengo que decir que Mateo se ha convertido en un Profesional Fotográfico (así, con mayúsculas) como la copa de un pino. Pocas veces he visto yo un reportaje de un concierto tan fabulosamente realizado: con una excelente profundidad y maestría en la capacidad descriptiva de la temática, sabiendo perfectamente qué es lo que quería expresar, y con un atento ojo fotográfico para no dejar escapar el momento inesperado; con una maravillosa realización artística y técnica a través de unos encuadres precisos, de una genial búsqueda de la luz justa, y de una precisión pasmosa para diafragmar, utilizar la profundidad de campo y seleccionar planos. En una palabra: ¡Chapeau! Mateo, machote… sólo podemos decir que eres el mejor. Si alguno de los que estáis leyendo esto necesitáis alguna vez un fotógrafo para vuestro concierto o evento, buscadle: no os arrepentiréis.

Sonó por megafonía el aviso de los 10 minutos para comenzar el concierto. Todos estábamos listos. Bueno, “listos”… Digamos que todos estábamos preparados para lo que había que hacer en la hora y media siguiente. Sin embargo, había un “claroscuro” muy interesante de tensión entre los componentes del grupo. Y curiosamente, en algunos casos, muy a la inversa de lo habitual en estos casos. Por ejemplo, yo suelo ponerme inmensamente tenso y nervioso antes de tocar: vamos, que el “miedo escénico” no se me suele quitar hasta que empieza el segundo tema de cada concierto (aunque cada vez es menor, y ahora imperceptible incluso por mí mismo en la mayoría de los casos). Sin embargo, después de los últimos dos meses, después de las últimas 36 horas, después de los últimos minutos con el tema de las entradas… ¡Estaba sorprendentemente tranquilo y confiado! Pensaba que el trabajo necesario estaba hecho y bien hecho, y que las cosas iban a salir bien. Aún así, generalmente me suelo apoyar en alguien antes de tocar (Jesús o Iván son mis predilectos, ángelitos míos). ¡Y sin embargo, en esta ocasión era yo el que estaba intentando apoyar y tranquilizar a mis compañeros! Aún así, lo tengo que reconocer, también tenía una extraña mezcla de “bajón” después de todo lo pasado, y de un puntillo más de “aceleración” por la descarga de adrenalina.

Jesús estaba muy tenso. Decía que estaba tranquilo, y todo su porte decía “soy un profesional que estoy acostumbrado a torear en estas lides”. Estuvo haciendo hasta el último momento sus ejercicios de calentamiento, sus ejercicios de concentración (algunas veces parecía “el Músico Tántrico”, jejeje), y se le veía concentrado y dispuesto a tope. Pero quien ha conocido a Jesús en todos los conciertos anteriores, sabe bien que es él quien más bromea, y quien más sonríe y está de coña (junto con Juan Antonio) antes de tocar. Y verle tan concentrado, tan adusto, tan “detrás de un muro infranqueable” de impasibilidad y alejamiento, era señal inequívoca de que estaba tenso como un arco a punto de lanzar la flecha. Uno diría que podría haberle intentado apuñalar, y que la hoja se habría partido sola a dos centímetros de su piel.

Jesulito estaba nervioso, y lo dejaba traslucir con su naturalidad proverbial. No paraba de preguntar por un detalle u otro de la actuación. Repasaba su presentación una y otra vez, fumaba un cigarrillo tras otro. Iba y venía con Juan Antonio, ponía a punto sus baquetas… Sin embargo, a la hora de la verdad, fue el que mejor concierto dio, impecable en su instrumento… (¡Pero no tanto a la hora de salir de los servicios, jajajaja! Ya lo comentaré después). Pareciese que cuando se sentó en su sillín se hubiese sentado en el local de ensayo y se hubiese transformado de golpe en el Jesulito calmo y profesionalísimo de las mejores ocasiones. ¡Hasta que se levantó nuevamente del sillín! ¿Habría untado el sillín con Valium 500 ultra-rápido de contacto, jajaja?

Rafa parecía uno de los más tranquilos. Estaba “a su rollito”, aún contándonos el último de leperos que le habían contado el día anterior. Si hay algo que decir de Rafa, es que siempre tiene un chiste, una cosa curiosa, algo sorprendente o interesante que contar. Y aquella no fue la excepción. De vez en cuando tenía algún gesto o comentario tenso, como si algo le molestase de aquello. Para él también habían sido meses muy tensos, y habíamos tenido algún serio desacuerdo entre nosotros en la forma de enfocar tanto la presentación del disco como otros temas internos del grupo. Pero preguntaba y clarificaba cosas de última hora muy inteligentemente, tomándose con una “tranquila y jocosa” seriedad todo aquello.

Juan Antonio no podía parar de ser la divertida “mosca cojonera” que es, el muy cabrito, jejeje. ¡Iba y venía, no paraba! Se metía con unos y con otros (no puedo expresar aquí sus comentarios sobre mi sufrido físico cuando me cambiaba de ropa para la actuación, por ejemplo); se asomaba por las cortinas y venía a decirnos: “¡tíos, tíos, que está todo lleno! ¡Y que se están empezando a impacientar!”; no paraba de calentar y afinar sus instrumentos, a veces casi compulsivamente; nos impelía a terminar de prepararnos: “¡venga, coño, que vas a salir en calzoncillos, tío!”… Vamos, que era el de siempre, pero con una velocidad más. O lo que es lo mismo: no estaba acobardado, ni nervioso en el sentido de circunspecto o apocado; sino que era “Juan Hiperactivo”, jejeje.

Iván siempre es el elemento más reposado del grupo (salvo cuando suelta “la fiera que lleva dentro” en escenario, o cuando libera el inteligente, finísimo y divertidísimo sentido del humor que tiene). Generalmente, antes de empezar a tocar, se dedica a poner a punto “milimétricamente” sus guitarras, sus cables, su multiefectos… Vamos, que se asegura puntillosamente de que todo está en el perfecto orden que él desea. En esta ocasión hizo lo mismo, de la misma forma sistemática y organizada de siempre. Y cuando terminó y colgó las guitarras en sus soportes y revisó por tercera vez todos los cables y equipo, se sentó tranquilamente en el camerino. Traslucía un leve gesto de tensión, o mejor dicho de intranquilidad; pero a decir verdad, como siempre era el más sosegado de todos. Invertía el tiempo en repasar la carreta, en ayudar a los demás con cualquier detalle… Cuando ya estábamos junto al escenario, entre bambalinas, sí estaba más nervioso y acelerado. Pero ahí estaba, con dos narices e intentando transmitir seguridad.

José Carlos estaba sólo en un camerino. Como hace algunas veces, nos había pedido que no le molestásemos mientras que él hacía “a bulla y corriendo” sus ejercicios para calentar sus cuerdas vocales (como he descrito ya, no nos quedó mucho tiempo para cambiarnos y hacer cosas, al finalizar la sonorización). Y cumplimos su petición. Pero con el día que había llevado, y lo nervioso que estaba con la sonorización y las “bullas”, algo nos decía que tendría que estar muy muy tenso. Y como pudimos comprobar en unos minutos, la tensión podía reventar en cualquier momento…

Cuando faltaban unos tres minutos, ya estábamos todos preparados entre bambalinas, en uno de los laterales del escenario. José Carlos estaba pálido y callado. Demasiado callado. Serio, como con una responsabilidad encima que no le cabía. Sonreía forzadamente, e intentaba no hablar después del calentamiento.

Unos siete minutos después del aviso de los diez minutos, sonó por megafonía el aviso de los 7 minutos. Lalo empezaba su particular “show de los minutos que faltan” —basado sin duda en la famosa “Danza de las Horas”—. El descojone entre el público fue estruendoso. Alguien empezaba ya a silbar.

A nosotros, que estábamos listos y en formación, fue lo que nos faltaba. Al principio nos cabreamos un tanto (mejor que Lalo no nos oyese), pero luego nos descojonamos como el resto de la gente, y empezamos a soltar paridas con respecto a Lalo y su “eficacia demostrada” (mejor que Lalo no nos oyese). José Carlos ahora se removía de un sitio a otro, abiertamente nervioso. Jesús imponía respeto con un gesto de “silencio” que daba espanto. Juan Antonio se partía de risa con Iván y Rafa. Jesulito me preguntaba por los últimos detalles (y no me oía, puesto que cuando le respondía él ya estaba recitando para sí su presentación); y yo andaba con la atención puesta entre Jesulito (intentando calmarle), Enrique Acosta (intentando apoyarle para relajar a la gente), y con un ojo puesto en José Carlos, que me miraba como diciéndome: “Ya estamos aquí, ya estamos aquí”.

Un minuto corto después del aviso de los 7 minutos sonaba por megafonía el aviso de los 3 minutos: o bien es que Lalo había entrado en un salto del continuo espacio-tiempo, o es que se había emporrado hasta las orejas. Después de haberle conocido a lo largo de esos dos días, me inclino por la primera opción.

Como es natural, el público ya flipaba "in colours". Los mugidos y las carcajadas imperaban al otro lado del telón, y no era para menos. Y entonces, José Carlos se me acercó y ya no aguantar más. Me dijo: “¿Te das cuenta? Lo hemos logrado, Agus, lo hemos logrado: estamos aquí presentando a “nuestro hijo”, socio… ¿Te acuerdas de cuando estábamos tomando café en 1998 y hablábamos de esto?”. Y se echó a llorar.

Ahora, para explicar bien esto, voy a transcribir otro pasaje del famoso y antes mencionado comentario que dejé en nuestro libro de visitas, dirigido a un triste personajillo que en un comentario anterior había ofendido a José Carlos y que arremetió contra él. Esto fue lo que le respondí:

«Te voy a revelar un detalle que nadie, salvo la banda, conoce: José Carlos, un par de minutos antes de salir a escena, estaba llorando desconsoladamente... porque era la presentación de nuestro "hijo", del trabajo de nuestra banda, de la ilusión de cada uno de los integrantes de Morrigane. Y lloraba sinceramente, de emoción, de responsabilidad ante lo que un par de minutos después iba a empezar a hacerse realidad. Y él intentaba no llorar para no quebrarse la voz —ese instrumento tan delicado que atesora— para que fuese una actuación inolvidable. Para vosotros, para daros hasta el límite. Y cuando un minuto después tuvo que empezar a cantar (¡él solo, a capela!) el "A beira do Mar", tenía la voz rota por la emoción y el llanto. Pero ahí estaba, haciendo lo imposible. Echándole los mismos COJONES, el mismo corazón y el mismo pundonor que le echa a su grupo, a su banda, a su amor, desde que se levanta hasta que se acuesta cada noche».

Eso es lo que pasaba un par de minutos antes de salir al escenario. Todos nos abrazamos, reconfortamos a José Carlos, y nos intentamos tranquilizar (gracias de nuevo a Enrique por esos últimos ánimos). Por suerte, aún faltaban un par de minutos para empezar... o eso creíamos...

Porque justo en ese momento, sonó por megafonía: “señoras y señores: el espectáculo va a comenzar”… ¡Lalo contraatacaba de nuevo! Nos pusimos en el orden de fila establecido para salir (según la colocación en el escenario), y antes casi de que nos diese tiempo se abrió el escenario.

Tengo que agradecer en nombre de todos mis compañeros la ovación que los que estabais allí nos dedicasteis. Era justo lo que necesitábamos. Según la “carreta” (el orden de interpretación de los temas), José Carlos inició el concierto cantando “A Beira do Mar”. Y…

Evidentemente, en el plano puramente musical, no fue el mejor concierto de Morrigane. No voy a decir que fuese un mal concierto, incluso creo que en muchos momentos fue mágico, sobre todo en ciertas partes de los temas “tranquilos” o las partes “lentas” de los rápidos; e incluso también en algunos momentos “acelerados” de los temas rápidos. Estuvimos formidables en cuanto a concentración, e incluso los temas “nuevos” no registraron ningún error apreciable (a pesar de que considero —y no soy el único de la banda— que algún miembro de la banda estuvo muy por debajo de sus posibilidades; y que algún ensayo más no le hubiese venido nada mal). Pero también sé que estuvimos muy tensos, haciendo los temas a veces “mecánicamente” (gracias a Dios, el trabajo de ensayo había sido intenso y teníamos la “memoria digital” a punto). Nos faltó ese “puntito” de “soltarnos el pelo” que tenemos siempre en escena, y que allí sólo logramos en algunos momentos. Tal vez nos sobraron responsabilidad y concentración. Y tal vez demasiados nervios.

Eso quedó patente en las presentaciones de los temas y de los miembros de la banda. Sobre esto quiero hablar un poco. Como sabéis bien los que nos seguís, normalmente suele ser José Carlos el que hace las presentaciones de los temas (aunque normalmente me suele ceder un par o tres de presentaciones, según el día; y generalmente también Juan Antonio y Rafa presentan algún tema). Pues bien, para el día de la presentación de nuestro CD, José Carlos quería que todos presentásemos temas, que todos tuviésemos ese “minuto de protagonismo”; en resumen: que todos apareciésemos como un bloque. Y todo el grupo estuvo de acuerdo, si bien tanto Jesulito como Iván nos dijeron: “me voy a quedar en blanco, yo me muy pongo muy nervioso”.

En cualquier caso, José Carlos y yo recibimos el encargo de preparar las presentaciones de los temas (somos los que hacemos las letras de los mismos) y de los miembros del grupo; y a falta de una semana y media las llevamos al ensayo (o las hicimos llegar por e-mail a quienes faltaron ese día). Sigo pensando que eran unas presentaciones muy buenas, muy ajustadas a lo que queríamos hacer y decir. Pero sé igualmente que no salieron bien en la presentación. Y si bien vuelvo a decir que nos hubiesen venido muy bien un ensayo o dos más para preparar debidamente las presentaciones (cosa que no se pudo hacer por los problemas antes mencionados de que faltaron miembros del grupo por motivos laborales); y que en muy buena parte quien más quien menos salió a presentar “hecho un flan” (con la consiguiente “mente en blanco”); también tengo que decir que creo sinceramente que hubo también quienes no se prepararon suficientemente las presentaciones.

Después, a nivel interno, se oyeron algunas críticas a las mismas, y se dijo: “teníamos que haberlo hecho como siempre” o “debíamos no habernos aprendido una presentación prefijada, y haber improvisado”. No estoy de acuerdo. Con respecto a “hacerlo como siempre”, debo decir que la ocasión era muy singular y merecía la pena hacerlo como lo pretendimos; así como que, en cualquier caso, esas cosas no se dicen a toro pasado. Y con respecto a “improvisar y no aprenderse una presentación pre-establecida”, debo decir dos cosas: la primera, que aunque cada presentación estaba completamente redactada, no se trataba (y esto se dijo desde el principio) de aprenderse algo como un papagayo, sino de saber qué se quería decir y decirlo con las propias palabras (hasta ahí sí llega la improvisación y el “arte retórico” de cada uno); y lo segundo, que la improvisación, por propia experiencia (y como se pudo ver en el caso de quienes no tenían suficientemente preparadas sus presentaciones) suele ser mala compañera de viaje si no se tiene —por lo menos— una idea previa muy clara de lo que se quiere decir. En cualquier caso, dicen que de los escarmentados nacen los avisados; y la próxima vez (esperamos que la haya) se harán las presentaciones bien hechas a nivel grupal… o se harán de otra forma. Sentimos que, en esta ocasión tan señalada, no saliesen como estaban diseñadas.

La primera parte del concierto se correspondió con la presentación de los temas del CD. Tras el comienzo, con la voz de José Carlos desgarradilla en el “A Beira do Mar”, la cosa fue mejorando poco a poco. Y eso que, cuando terminaba este primer tema, Lalo (que seguía con su show particular), disparó desde la cabina de sonorización el “Scotland the Brave” ¡tema que estaba preparado para el final del concierto, para cuando nos despidiésemos! Con lo cual que se nos fastidió la canción de despedida, aparte de que nos fastidió el final del “A Beira do Mar”. Vamos, que nos fastidió la primera y la última canción, para ser claros. Cuando nos dimos cuenta desde el escenario, todos pensamos: “Empezamos bien”.

Por otra parte, pienso que hicimos muy bien en separar las dos partes del concierto (temas del CD por un lado, y resto de temas por otro). El par de minutos de descanso nos sirvieron para calmarnos un poco y tomar un poco de aire: estábamos cansados y tensos. Simplemente iba a ser un minutito, y volveríamos a escena. Pero hubo una anécdota: Jesulito fue al cuarto de baño un momento… ¡y duró más de lo previsto! Además, ¡le tocaba precisamente a él presentar el tema que abría la segunda parte del concierto! Total, que cuando pasaron un par de minutos, vimos que no salía, y que vosotros os empezabais a remover más de la cuenta en vuestros asientos, tuvimos que salir a escena e improvisar delante del micro entre José Carlos y yo… ¡hasta que volvió Jesulito! ¡El pobre venía por bambalinas abrochándose el cinturón, jajajaja!

La segunda parte del concierto, bajo mi punto de vista, fue un poco más distendida (aun no menos intensa) que la primera. Además, el amigo Sergio (Lemmy para los amigos) se ocupó de hacer los preceptivos comentarios jocosos desde el público, con lo cual a veces parecía que estábamos tocando enteramente en casa. ¡Gracias por venir, Lemmy!

Terminamos el concierto tras los preceptivos bises, y salimos de escena entre vuestras ovaciones y aplausos. No sabéis bien lo que significó para nosotros el apoyo que tuvimos por vuestra parte: sin vuestro constante ánimo, no habríamos podido relajarnos mínimamente ni disfrutar de lo que estábamos haciendo. Pero llegó un momento en que conseguisteis relajarnos. Durante algún momento de la primera parte, intuí que incluso si se nos hubiese “caído” un tema a la mitad, nos hubieseis aplaudido igual. Comprendimos, como antes he dicho, que jugábamos en casa; que vosotros estabais tan orgullosos y contentos como nosotros de que estuviésemos allí presentando nuestro CD. Comprendimos, en suma, que nos queríais y apoyabais. Eso lo fue todo para nosotros en aquellos momentos.

Y nosotros, que queríamos hacerlo lo mejor posible para vosotros, conseguimos poco a poco relajarnos y disfrutar. Gracias a vosotros.

Terminó el concierto y sin tiempo ni de sentarme un momento en el camerino, cogí la caja de los CD’s, la cajita de las monedas para cambios, y me dirigí rápidamente al hall. Allí vosotros ya estabais saliendo, y sabía que era primordial que hubiese alguien del grupo presente y, a ser posible, que se vendiesen unos cuantos discos (que se vendieron muy bien, todo hay que decirlo). Al cabo de un momento se me unió José Carlos, que venía a echarme una mano, a ayudarme a firmar CD’s, y a no dejarme “solito ante el peligro”, jejeje. Pero también me informó de la nueva “actuación estelar” de Lalo, con el cual había estado hablando al terminar, y por lo cual se retrasó un poco en llegar… Ahora después hablaré de eso.

Antes, quiero agradeceros a todos las innumerables muestras de simpatía, ánimo y apoyo que nos disteis en el hall. Allí estabais todos. Y aunque sé que me olvidaré de muchos, quiero dar algunos nombres: Evaristo y su novia, que vienen siempre a vernos; Amparo (nuestra gran amiga y cantante, que varias veces ha colaborado con nosotros prestándonos su voz en nuestros conciertos) y Miguel; mis primas Carmina y Marie, acompañadas de sus respectivos; Teresa y Mariano; el propio Lemmy, a quien antes mencioné por su apoyo desde el público; nuestra Mila, que quiso darnos un fuerte abrazo… Y tantos de vosotros de los que ahora no me acuerdo…

Bueno, pues en esas andábamos cuando se nos acercó Jesús un momento (llevaba sus violines en las fundas) y nos dijo que tenía que irse urgentemente, porque había quedado con familiares suyos y tenía que ir a llevar a su hermano a la estación. Mala cosa era, puesto que la “nueva actuación estelar de Lalo” consistía en que teníamos que recoger las cosas y llevárnoslas esa misma noche. Curiosamente, hasta antes de la actuación se había quedado en que podríamos simplemente recoger las cosas y dejarlas allí hasta el día siguiente, para no tener que llevarlas al ensayo en ese mismo momento. Según Lalo, la razón para no poder dejar las cosas allí (una razón muy comprensible, dicho sea de paso) era que al día siguiente había una función o espectáculo y que le habían dicho que había que hacer sitio. Lo que no era comprensible es que no lo hubiese dicho hasta entonces.

Cuando José Carlos y yo despedimos a los últimos de vosotros y volvimos al escenario, el resto del grupo ya estaba recogiendo. Ayudamos a recoger mientras maldecíamos en arameo clásico, y nos preguntábamos cómo íbamos a llevar las cosas al ensayo. Menos mal que José, el padre de Iván, estuvo al quite y nos hizo un favor que aún no sabemos cómo pagar: cargó el coche y se dio sus buenos tres viajes hasta el local de los padres de José Carlos, cercano al teatro. Pero imaginaos, rendidos como estábamos, lo que es montar y desmontar las cosas en dos coches (el de José y el de Juan Antonio) y desmontarlas para a continuación repetir la faena 2 veces más.

Mientras se daba el último viaje, aproveché para ducharme, cambiarme de ropa y hablar con Lalo en compañía de José Carlos. Le abonamos sus servicios (hay que decir que se mostró amable y afable, y que nosotros preferimos no meter dedos en llagas) y nos fuimos.

Yo había quedado con mi familia y mi novia (que había llegado ese día desde Galicia, y a la que sólo había visto una hora al mediodía y unos minutos antes y después de la actuación). Como anteriormente a la actuación creíamos que sería solamente recoger y salir, había quedado con ellos para tapear justo al otro lado de la calle, en la zona del Ecu, para después irnos a “nuestro segundo hogar”, la taberna/pub “Juan & José” (para celebrarlo como es debido). Cuando íbamos a salir José Carlos y yo, llamé a mi novia y me dijo que ya habían cenado y se habían separado (eran más de las doce) y que estaba en mi casa. Le dije que se esperase y que la recogería allí. Quedé con José Carlos para ir después al Juan & José (él me invitó a cenar en su cercana casa, pero yo tenía demasiadas ganas de ver a mi Anuska) y nos despedimos. Pero cuál sería mi sorpresa cuando mi buen amigo Pablo (Bran para los amigos) me estaba esperando con su novia en la calle… ¡desde hacía más de una hora! Pablo había llegado expresamente desde Madrid para asistir a nuestra actuación (desde estas líneas le envío un abrazo de oso), y aunque antes ya me había dado un abrazo, se había quedado (sin decirme nada) para ir con nosotros a cenar y celebrarlo. Me fui con ellos dos a casa (por cierto, que me echaron una buena mano para trasportar el bajo “de reserva”, el trípode “de concierto” y algunas cosillas que llevaba en una bolsa de excursión), recogimos a Anuska y nos fuimos a tomar unos “kebab” a la calle Elvira. De allí nos fuimos directamente al Juan & José.

Y en el Juan & José me encontré con medio grupo (desde el propio Jesús, pasando por Rafa, y al cabo de un rato llegarían José Carlos y Jesulito) y muchos amigos, como Abraham, Christian, Juanito, Edu… ¿Qué queréis que os diga? Todos estábamos más que contentos… Y yo, contento y medio: ¡incluso tenía a mi novia y a mis mejores amigos junto a mí! Así que aquella noche cerramos el Juan & José como está mandado, y salvo Abraham que llevaba el coche (y que muy pocas veces suele beber) ¡todos salimos de allí a dos patas y una mano!

Un hermoso final para "UNA NOCHE DE FELICIDAD". ¡Gracias!

¡DE NUEVO EN CAPARACENA!: “¡ESTOY EN LOS CORTIJOS!”

Pues sí, amigos: ¡¡De nuevo en “Los Cortijos”!!

El domingo 21 de agosto de 2005 (es decir, justo al día siguiente de nuestra actuación en Cenes de la Vega) estuvimos tocando en Caparacena. ¡Ya es para nosotros una costumbre y un privilegio que quieran nuestra participación allí! Así que desde estas líneas, en nombre de todo el grupo, quiero agradecer desde el fondo de nuestro corazón que año tras año sigan reclamando nuestra actuación en sus fiestas, a la Comunidad de “Los Cortijos”.

La verdad es que, si bien en el Concierto de Cenes nos pudimos considerar como “tocando como en casa”, en Caparacena ya es directamente “tocar en casa”. ¡No en vano, allí es donde tiene Juan Antonio su “casa familiar”! Por tanto, es mucho lo que nos une a “Los Cortijos”.

Como ya he mencionado, ya es costumbre que nuestra actuación se encuadre dentro de las fiestas vecinales; por lo cual solemos tocar en compañía de alguna orquesta de baile que actúa posteriormente a nosotros: así la juerga y el baile llega hasta altas horas de la madrugada (vamos, hasta que el chocolate y los churros se hacen imprescindibles).

Es un sitio magnífico para tocar, en una gran explanada situada junto al café-bar-restaurante de la Comunidad de Vecinos, que sirve en la terraza unos bocatas muy recomendables y unas raciones muy potables. Además, la noche de agosto en la privilegiada situación de “Los Cortijos” asegura una temperatura ideal. Como también están situadas varias carpas de feriantes y de atracciones (algo más retiradas, para evitar aglomeraciones y ruidos molestos, cosa de agradecer infinitamente cuando se toca en unas fiestas locales: un 10 para la organización), todo invita a la alegría y al relax.

Bueno, en nuestro caso, es un relax “relativo”, como es natural: hay que desmontar las cosas de los coches, sonorizar al grupo (posteriormente a la sonorización de la orquesta, eso es un detalle que hay que respetar) y tenerlo todo preparado para la actuación; después hay que salir a escenario y “dejarse los cuernos” para el público; y a continuación recoger las cosas, montarlas en los coches… Un poquito de descanso, y llevar los coches al ensayo, donde habrá que desmontar todo de aquéllos y volverlo a montar en el ensayo. Algunas veces parece como si los músicos padeciésemos el “triste sino de los ginecólogos”: que uno trabaja donde los demás se divierten.

La actuación fue bastante buena, aunque bien es cierto que aún estábamos cansadillos del día anterior (y en más de un caso, de la madrugada anterior). Pero bueno, ya no es la primera (y esperemos que tampoco la última) en que tocamos varios días seguidos.

Una cosa que echamos de menos siempre que vamos allí es una mayor cercanía del público: como justo delante del escenario está la pista de baile (que luego será utilizada durante la actuación de la orquesta), queda un espacio vacío entre el escenario y las mesas donde se sienta el público. Hay que reconocer que desde allí siempre aplauden a rabiar, pero… ¡a ver si algún día el público se viene a la pista y la empieza a utilizar durante nuestra actuación! ¡Nos encantaría tenerles cerquita, y sentir más directamente un apoyo y un calor que desde 15 o 20 metros más atrás queda un poco difuminado! ¡Caparacena, que no mordemos! (salvo cuando es necesario o gratificante, claro, jejeje).

Una cosa que nos encanta, y que también es ya una tradición, es la actuación del poeta local, que recita unos versos… esto… ejem… bueno, que siempre recita sus trabajos justo antes de nuestra actuación. Es todo un carácter, el buen hombre. Simplemente es genial. Yo lo enmarcaría dentro de la mejor tradición del Parnaso Ibérico, aunque fuese solamente por la imagen de literato y bohemia que transmite. Lo mejor para comprobarlo es verle un par de horas antes de su declamación, afanándose como un poseso en corregir y mejorar sus… ejem… ¡creaciones, eso es!; sentado en una mesa, mesándose los cabellos delante de una buena botella y un montón de folios. Bueno, ahora en serio: la verdad es que merece la pena, que cada vez recita mejor, y que es la mejor de las introducciones para un concierto. Desde aquí le enviamos un muy fuerte y muy cariñoso abrazo.

Como también tenemos que agradecer (en especial en este concierto, aunque siempre estén a nuestro lado) a las familias de Iván y de Juan Antonio el inestimable apoyo y el cariño que demuestran con Morrigane.

La familia de Iván siempre nos ha apoyado. El hermano de Iván, Óscar; y el padre, D. José, siempre han estado prestos a echarnos una mano cuando nos ha hecho falta. Desde llevarnos y recogernos a los ensayos a algunos miembros del grupo cuando ha fallado alguno de nuestros vehículos, pasando por transportarnos o llevar instrumentos a algún concierto cuando han concurrido las mismas circunstancias, hasta simplemente tener a medio barrio del Zaidín atento a las nuevas noticias de Morrigane o vendiéndoles CD’s de nuestro grupo. Su novia, Laura, siempre está atenta para echarnos una mano vendiendo CD’s, ayudarnos a acarrear instrumentos, y todo lo que haga falta. ¡Además, tiene una sonrisa preciosa! En Caparacena, aparte del transporte (que llegar hasta allí tiene su mérito si no se conoce uno el camino —se pierde uno fácilmente—) y de toda la mano que nos echaron, nos vimos apoyados por la familia en pleno, antes-durante-después de la actuación. ¡Un 10 para la familia Perea!

¡Y también estuvo al completo la familia de Juan Antonio! La verdad es que es una maravilla encontrarse rodeados de quienes te quieren y te apoyan, y la gente de Juan Antonio es también parte de nuestra familia “morriganera”. Además, que dentro de muy poquito (si Dios quiere y Ortigueira o Québec no lo remedian a tiempo) asistiremos a una boda preciosa… Así que desde aquí os envío a los millares de fans salvajes (por no hablar de los millones de fans románticas) coladas por los huesitos de nuestro pérfido gaitero: el resto del grupo va a velar por mantener la castidad física y espiritual de Juan Antonio, y vamos a evitarle todo tipo de tentaciones perniciosas. Aunque para ello tengamos que romper nuestra tradicional castidad (no nos comemos un rosco) y aunque para ello tengamos que caer nosotros en la siempre execrable tentación carnal… (realmente, más que caer, lo que desearíamos sería tirarnos de cabeza con doble tirabuzón y mortal hacia atrás).

¡Ah, y no me quiero olvidar de la orquesta, que estuvieron magníficos y cariñosos con nosotros, y que nos prestaron todo su apoyo en la sonorización! Un abrazo de oso de todos nosotros para todos ellos.

¡Caparacena: nos vemos en 2006! Como diría King África (que estuvo allí tocando el año anterior, y del cual sacamos la siguiente frase): “¡Estoy en Los Cortiiiiijooooos!”.

CENES DE LA VEGA… ¡O DE CÓMO EL PÚBLICO PUEDE SACAR DE UN GRUPO LO MEJOR DE SÍ MISMO!

El día 20 de agosto de 2005 (sábado) fuimos a tocar a Cenes de la Vega, una localidad que ya forma parte del área metropolitana de Granada. Vamos, que fue casi “ir a tocar aquí al lado de casa”. O incluso “como en casa”. La verdad es que eso nos permitió estar más descansados que otras veces… Y bien que se notó.

El concierto se celebró en la plaza “Carlos Cano” (un nombre perfecto para una actuación musical, todo hay que decirlo: parece, además, que el genial músico nos dio su apoyo desde el Cielo). Esta plaza es chiquita y muy coquetona, y en un lateral de la misma se encuentran los locales que el Ayuntamiento de Cenes tiene destinados a la Asociación de Vecinos.

Cuando llegamos, nos encontramos con un escenario puesto, un pequeño P.A. encima del mismo, y mucha tranquilidad. Ejem… Al cabo de una hora, seguía habiendo exactamente lo mismo: es decir, que salvo nuestro buen amigo y representante en Granada, Enrique Acosta, no había aparecido nadie más que nosotros. Y “nadie” también incluye a los técnicos de sonido.

Tras esperar 20 minutos más, ¡aparecieron! Al parecer, todo había sido un error de apreciación sobre la hora a la que habíamos quedado para la prueba de sonido. Todo hay que decirlo: salvo ese error y salvo que el equipo tampoco era “muy de última generación”, los técnicos funcionaron bien, y no hubo mayores problemas… sobre todo si tenemos en cuenta que, como siempre, José Carlos se hizo cargo casi completo de la sonorización.

Y sobre esto sí tendríamos que decir que una cosa es “decir cómo se quieren las cosas” —y si es necesario apoyar en la sonorización todo lo que haga falta, incluyendo apuntes como “súbeme el rango de 3500 en tal canal” o “baja un poco más la guitarra”— hasta que la cosa suene lo mejor posible; y otra cosa es que prácticamente le digan a uno: “toma y arréglatelas”. Que ya nos ha ocurrido en varias sonorizaciones. Si un grupo le dice a un técnico contratado por la organización “tenemos nuestro técnico, que va a ayudar a hacer el sonido”, eso no quiere decir que el técnico que ha sido contratado se lave las manos y no apoye igualmente en la sonorización. Entre otras cosas, porque está cobrando por ello, y porque es su equipo. Si se cobra solamente por el alquiler de escenario y equipo, cojonudo: nosotros ya pediremos a la organización el importe correspondiente al técnico de sonido. Pero si el técnico de sonido cobra por ello, no se puede desentender y decir “ahí me las den todas”. Porque a José Carlos, salvo en contadas ocasiones, siempre le toca sonorizar al grupo (él lo quiere así, porque conoce al dedillo nuestro sonido y lo que queremos) pero no cobra por ello; sino que lo hace como un apoyo… a un técnico que no puede decir: “toma, toma” y quitarse de en medio. Para eso, que cobre José Carlos.

Bueno, la cosa es que la prueba de sonido fue bien (salvo un contratiempo: no había cajas de inyección suficientes, a pesar de que aparecían indicadas en el “rider”, y tuvieron que a buscarlas), y hasta tuvimos tiempo para poder refrescarnos un poco (el cuarto de baño del camerino estaba en perfectas condiciones) y tomar unos bocatas maravillosos. Por cierto, recomendamos a cualquiera el bar de la Asociación de Vecinos de la Plaza Carlos Cano: hacen unos bocatas y unas tapillas que da gusto. Y además, con simpatía y cariño en el trato. ¡¡Gracias!! Aquí también tengo que decir: gracias de verdad a Enrique Acosta, nuestro representante en Granada, que estuvo atento a cada pequeño detalle tanto en la prueba de sonido como en el catering y camerinos. Y gracias de verdad al Ayuntamiento de Cenes de la Vega por invitarnos a tocar allí, por tener el “trabajo bien hecho”, y por tratarnos con amabilidad y cariño. Como ya he dicho muchas veces, estas cosas son las que a uno le “cargan las pilas” para salir a tocar… Y hacen que uno se sienta tratado como un ser humano, en vez de un mulo de carga.

Pero, dicho esto, lo mejor del día estaba aún por llegar.

Puedo empezar por decir que salimos al escenario y el público congregado ya nos recibió con un fuerte aplauso; y que a medida que avanzaba el concierto, los que estaban allí reunidos se hacían parte del mismo: con aplausos, con risas, con bromas respetuosas y llenas de cariño; con respuesta a los “gimmicks” del grupo que, a medida que tocábamos, nos crecíamos más y más para dar aún más sentimiento, expresión, emotividad y fuerza en el escenario.

Juan Antonio y Jesús se batían el cobre —como si de un duelo se tratase— en sus solos y melodías, sonriendo como nunca al ver la respuesta que tenían, intentando sacar aún más de su instrumento en cada tema. Rafa y Jesulito estaban incansables en sus ritmos, empujando a sus compañeros en un concierto rayano en la perfección y el virtuosismo por su parte. José Carlos cantaba como sólo se puede cantar a un público así: cantando a todos y a cada uno de los que allí se encontraban, haciéndose parte de ellos, saltando, animando (y siendo respondido) para hacer palmas y cantar y bailar… ¡y gritar cuando hizo falta! Iván se retorcía con su guitarra: se multiplicaba en cada riff, en cada solo, pasaba casi sin solución de continuidad del infierno de la distorsión al cielo de los acompañamientos dulces; y hacía coreografías improvisadas con un servidor que, sin pecar de exagerado, puede decir que jamás (ni cuando tocaba heavy-metal puro), saltó y tocó tanto como encima del escenario de Cenes. ¡Pero si incluso bailé step-dance como un poseso, con el bajo colgado encima, en el tema que le da nombre a nuestro grupo: “Morrigane”!

Todo eso sólo lo puede conseguir un público como el que aquella noche tuvimos en Cenes. Un público tan incansable en sus palmas al ritmo de nuestra música; tan respetuosamente silencioso en los momentos “sentimentales” de nuestros temas; tan decididamente entregado a aplaudir a un grupo que se está dejando la piel en escena; tan maravillosamente divertido y respondón cuando José Carlos hacía de las suyas entre tema y tema; tan cariñoso de recibirnos con un fuerte aplauso; tan bailón (¡no pararon en toda la noche!) y bullanguero cuando tocaba bailar y saltar; tan… No sé: tan perfecto para crear un ambiente inolvidable.

Y lo mejor es que allí había personas de todas las edades y condiciones. Desde la peña con pintas hiper-rockeras, hasta la pareja de abuelos que habían bajado con la nieta para ver al grupo que tocaba; desde los niños que no paraban de preguntarle cosas a José Carlos en medio de cada tema, hasta la “cuadrilla” de señores que habían visto el fútbol por televisión y se quedaron por allí (todavía con el puro en la boca) aplaudiendo como descosidos. Todos respondieron con lo mejor que tenían.

¿Cómo podíamos fallarles? ¡Era imposible!

Fue un concierto precioso… ¡por ambas partes! Al final de la actuación fueron incontables las felicitaciones de las personas que se acercaron para hablar con nosotros. Y a todos ellos lo único que podíamos hacer era felicitarles: a ellos, por habernos hecho tocar, bailar y sentirnos de aquella manera.

Además, tenemos que decir que, aún sin haberlo presentado, fue el primer sitio donde “oficialmente” pusimos a la venta nuestro flamante primer CD (aunque ya vendimos alguno en Vera, pero no eran las circunstancias más adecuadas —véase la reseña anterior, para más detalles—). ¡Y se vendió bien, allí en Cenes!

Tras la actuación, estuvimos bastante rato congregados en el camerino. Allí se nos unió nuestro buen amigo Steve, guitarrista irlandés que tocaba con Juan Antonio en Shannon Og. Y nos dijo cosas muy muy bonitas sobre nuestra música, sobre nuestro grupo, y sobre cada uno de nosotros como músicos. ¡Tanto, que no paramos de invitarle a cubatas y cubatas y cubatas hasta altas horas de la madrugada, jajajaja! Stevie, desde aquí te enviamos un fuerte abrazo y te deseamos lo mejor en tu tesis de doctorado. ¡Esperamos que te guste el disco que te llevaste, jajajaja!

También me quiero acordar con mucho cariño de tres personas más… Las dos primeras fueron dos chicas tan bonitas como simpáticas, que estuvieron hablando con Jesús y con este servidor, y que me dijeron algo que me llenó de felicidad, como un globo a punto de estallar: les había encantado por encima de todos los temas el “Brindemos”, tanto por la música como por la letra.

Y la tercera persona es cierta anestesista del Virgen de las Nieves (tanto a ella como a las dos chicas anteriores les pido perdón por no recordar en este momento sus nombres) que nos compró varios CD’s, nos dijo que éramos un grupo como pocos había visto ella (que había visto muchos, no en vano era rockera desde los tiempos de Led Zeppelin o Deep Purple, a quienes había visto en concierto), y que nuestra música conjugaba perfectamente muchos estilos y sentimientos con una maravillosa técnica. ¡Gracias por ser tan generosa con nuestra música, como tan encantadora e interesante como persona!

A todos los que allí estuvisteis, a todos los que nos apoyasteis, a todos los que quisisteis hablar con nosotros, al Ayuntamiento de Cenes, a todos: Gracias. De verdad. Desde el fondo de nuestro corazón. El mérito fue vuestro.

EL MUY POLÉMICO CONCIERTO DE VERA (ALMERÍA): AVISO PARA NAVEGANTES Y GRUPOS

Hay veces en que uno se pregunta por qué tiene que haber gente y situaciones como las que voy a intentar describir en este artículo. Pero como dicen que de los escarmentados nacen los avisados, tal vez esa sea la respuesta: esperemos que quien lea esto, pueda escarmentar en cabeza ajena e ir prevenido ante la posibilidad de enfrentarse con ello. Bienvenidos al "pequeño infierno" de un grupo en la Feria "Veractiva".

Vera es una bellísima localidad del Levante almeriense (el aquí “escribano” la conoce por motivos diferentes a la actuación cuya reseña realizo), y tengo que decir que me encantan sus playas, sus parajes y sus gentes; y donde actuar debe ser una maravilla siempre y cuando no haya “chapuceros” que ni saben hacer su trabajo, ni dejan realizar el trabajo de los demás, y pierden los papeles y la cabeza en cuanto las cosas no son como a ellos les viene en gana, por muy erróneas e imposibles que sean.

Cuando Rafa nos dijo que le habían llamado para realizar un concierto allí, el grupo tenía muchas ilusiones: no en vano, Vera es una de las mayores localidades (y centro neurálgico) de la zona. Bien, el concierto se fijó para el domingo día 7 de agosto de 2005. “Fantástico” —pensamos— “porque así tocamos el último día, cuando mayor afluencia puede haber”. Y se fijó una cantidad de 900 euros como retribución: como un favor especial (íbamos convocados por intermediación de un amigo) accedimos, aunque fuese mucho menos de nuestro “cachet” en ese tipo de actuaciones.

Según Rafa, el día 30 de julio le llamaron y le dijeron que el concierto tenía que adelantarse al jueves día 3 de agosto (es decir, cuatro días después). Y ese día, precisamente ese jueves día 3, algunos integrantes del grupo tenían problemas laborales (señores, que no podemos vivir sólo de la música) para poder realizar un desplazamiento hasta Vera y llegar a tiempo a la prueba de sonido (que estaba fijada a las 18 horas). Pero bueno, tras “negociarlo” con la organización y recibir una respuesta en el sentido de “o el día 3 o nada”, los afectados tuvieron que “buscarse la vida”, hablar con sus respectivos jefes, y hasta pedir un día de vacaciones… Todo para que el concierto no se suspendiese… que estuvimos a puntito de hacerlo, pero eso no nos parecía muy profesional después de haberlo anunciado y a falta de menos de una semana. Además, le dijeron a Rafa que la retribución tenía que bajarse a 800 euros. Ya empezaban las cosas a torcerse, y mucho. Aún así, fuimos.

Y ahora yo me pregunto: pero… ¿de verdad es serio que cuatro días antes de la fecha en que se quiere plantar el concierto, venga alguien a decirte “o ese día o nada”? Todavía, si estuviésemos hablando de un concierto en un tugurio rancio… Pero ¿en una exposición del nivel de la de Vera, donde todo debe estar organizado en tiempo y forma, también es serio? Señores, que no es sólo cuestión laboral (que ya de por sí es importante); sino que un grupo también tiene que organizarse, que alquilar medios de transporte para una fecha fija, que saber de cuántos ensayos va a disponer, etc… ¡Por no contar que también somos personas! ¡Que no estamos “colgados de una rama” esperando a que alguien nos diga —a su mero arbitrio— “ahora y ya”! ¡Que no podemos contar con disponibilidad entera y completa para variar todas las cosas al gusto de quien ya te había contratado para una fecha dada!

En cualquier caso, estábamos en la puerta del Recinto Ferial “El Palmeral” a las 17,55 del jueves día 3 de agosto. Y entonces… Primera sorpresa desagradable: no nos dejan entrar con los vehículos. ¿Cuántas veces tendremos que decir que el acceso de vehículos al lugar de la actuación es algo primordial en la organización de un evento? Increíble, pero cierto. Y además: en una zona donde no hay aparcamiento ninguno en 100 metros a la redonda (recordemos que estamos hablando de una feria-exposición que está a punto de inaugurarse, con mucha gente congregada), ¿dónde diablos esperan que aparquemos? ¿A 100 metros de la entrada del recinto, distante otros 75-100 metros de la parte de atrás del escenario? ¿Significa eso que hay que llevar a fuerza de brazos un bombo, un timbal base, los condenados herrajes y platos de la batería (que pesan como muertos), los timbales, varios amplificadores e instrumentos —que también pesan lo suyo, oiga—, etc; unos 200 metros llenos de gente, dándonos varios viajes?

Esto era lo que decían y en lo que insistían los agentes de seguridad del recinto. Tras solicitar hablar con el organizador, cosa que hicieron ellos a través de los walkie-talkies, nos dijeron despectivamente: “bueno, pues poned los vehículos en la entrada del recinto y decidnos cuántas azafatas necesitáis para que os lleven los instrumentos”. No es de extrañar que a Pepe se le fuese el pistón y exigiese hablar con el organizador, amenazando con volvernos por donde habíamos venido si no se resolvía el problema. Como respuesta, por fin recibimos la autorización para que la furgoneta (uno de los tres vehículos que llevábamos) pudiese acceder hasta detrás del escenario. Aún tuvimos que tragarnos el comentario: “Y no montéis mucho follón, que están los políticos en el acto de inauguración”.

De acuerdo. Pudimos acceder por fin (teniendo que transportar a mano los instrumentos que iban en los otros dos coches, que tuvieron que ser aparcados donde se pudo) al recinto. Así pudimos contemplar al señor Presidente del Congreso de Diputados, junto con otras personalidades asistentes, en el acto de inauguración… ¡por espacio de casi una hora y media! ¿Para qué diablos se nos cita a las seis de la tarde para una prueba de sonido en la que no se pudo empezar a montar escenario (ni tan siquiera empezar la prueba de sonido en sí) hasta las ocho menos cuarto? ¡Tuvimos que salir de casa y de nuestros trabajos con dos horas de antelación, algunos comiendo de bocata por el camino, para que luego se nos retrasase dos horas y pico la prueba de sonido! Cojonudo.

Y esto sería sólo una mera anécdota si no fuese por lo que ocurrió después: el “plato fuerte” del festín desorganizativo en que nos vimos envueltos.

Nos encontramos con un escenario precioso (pantalla de video gigante incluida), y con un equipo y unos técnicos de sonido, iluminación e imagen que eran unos auténticos profesionales; sabiendo lo que tenían que hacer y cómo hacerlo. Auténticos monstruos cada uno en su especialidad. Daba gusto ver cómo sabían hacer y hacían las cosas. Pusieron los monitores, cablearon, calibraron y probaron el P.A., etc…

Así, aproximadamente a las ocho y veinte Jesulito estaba dando los primeros palos para sonorizar la batería. A las diez estaba prevista la actuación; pero a las nueve, Rafa tenía que tocar en uno de los stands de la exposición, así que intentamos agilizar en todo lo posible la prueba de sonido, para que él pudiese tener tiempo para vestirse y preparar sus cosas. Y eran las nueve menos cuarto…

…Eran las nueve menos cuarto, cuando casi todo estaba ya perfectamente sonorizado en un tiempo de absoluto récord (en realidad, el técnico estaba terminando de retocar el sonido de la voz de José Carlos y a la vez estábamos probando el sonido de monitores), y fue entonces cuando apareció el que se posteriormente se definió como “aquí soy yo el que manda” y dijo: “¡Ya está bien de gilipolleces, se acabó, ahora mismo paráis!”.

Estábamos tocando el “tema de prueba”. Ese en el cual se comprueba que todo está bien, que funciona todo. Yo le veía gesticular al hombre (venía por mi lado), pero casi no le oía. En todo caso, avisé al resto del grupo, dejamos de tocar y le escuchamos. Para qué lo haríamos: “¡Que esto es una exposición, joder! ¡Que vosotros no pintáis nada, que no sois nadie, que esto no es un concierto y que ahora mismo se acaba!”. Y les dijo a los técnicos: “¡Que aquí soy yo el que manda! ¡Ahora mismo, pero ya, cortáis el sonido, esto se ha acabado!”. El técnico de la mesa le dijo, intentando calmarle: “Estamos terminando, sólo son veinte segundos y apagamos”. Y José Carlos, a través del micro, le dijo muy educada y conciliadoramente: “Perdone, si ya casi hemos terminado: sólo va a ser medio minuto de reloj, de verdad”.

¿Respuesta de este señor? Congestionarse aún más de lo que estaba (ya estaba rojo completo cuando llegó, y ahora estaba tirando a medio morado; tenía los ojos casi fuera de las órbitas, gesticulando y gritando como un poseso), y gritarnos: “¡¡Me cago en (…)!! ¡¡Ahora mismo os bajáis del escenario: no tocáis, se acabó, me enviáis la factura y os bajáis!! ¡¡Ya, en este momento!! ¡¡¡Que os bajéis, ya!!!”. Parecía un salvaje (o un tío que se hubiese puesto de cocaína hasta arriba y más). De verdad daba esa impresión.

Durante un segundo, nos quedamos con los ojos como platos y sin creernos que aquello estuviese sucediendo realmente. Al segundo siguiente, creo que fui yo el que reaccioné. Me descolgué el bajo y dije: “Vamos, peña”. Nos reunimos en un lateral del escenario. No sabíamos si llorar o si reír; si recoger las cosas, irnos a casa y olvidarnos lo antes posible de todo; o si tomarnos las cosas con calma, y con el debido reposo hacer las cosas adecuadamente. Y en mi caso (aunque supongo que más de uno pensaba lo mismo que yo) si bajar del escenario y demostrarle debidamente a ese energúmeno que los demás también nos podemos convertir en unas Furias Oscuras del Abismo.

Al minuto, vino una ayudante —muy amable, educada, respetuosa y comprensiva— del “energúmeno”. Nos pidió que le disculpásemos, nos explicó que había sido un día muy duro y tenso, con muchos frentes a los que acudir, y que su jefe estaba algo alterado. Lo cual no dejaba de ser un diplomático eufemismo (algo así como decir que Hitler era un poco cabroncete, pero buen chico en el fondo); pero vamos, por lo menos ya pudimos saber que era el comisario de la exposición y que no estaba en el mejor de sus momentos. Nos dijo que esperásemos, que no desmontásemos y simplemente apartásemos los instrumentos para que un espectáculo flamenco pudiese actuar (aunque hubiésemos tenido tiempo más que de sobra para terminar de probar sonido); que iba a hablar con el jefe, y que a ver si se resolvían las cosas. Que mientras tanto fuésemos a cenar.

Y así lo hicimos. Por cierto, el recinto ferial es maravilloso. Y la exposición tenía muchos stands muy interesantes (dicho sea a favor del energúmeno y de su equipo). La verdad es que, en otras circunstancias, hubiese sido un ambiente fenomenal y una oportunidad maravillosa para poder disfrutarla. Espero que pueda ser en otra edición… y solamente como visitante.

Cuando el espectáculo flamenco (muy vistoso y bonito, dicho sea de paso) terminó, aún no habíamos recibido la respuesta. Se había retrasado bastante el horario de actuación. Nos volvimos a congregar en el lateral del escenario: ya fuese para recoger los bártulos y volver con las orejas gachas, o para tocar nuestro concierto. Y el presentador del acto nos llamó, nos pidió que le dijésemos algo del grupo para presentarnos, y nos presentó. Salimos a escena y dimos finalmente nuestro concierto.

Musicalmente hablando, fue un concierto muy bonito, que habíamos planteado para ir enganchando al público yendo de menos a más. Así, José Carlos salió sólo a escena (con la duda de si iba a volver el comisario de la exposición con una escopeta a cortarle “en seco” la canción en cuanto hubiese cantado las primeras notas), para interpretar “A beira do mar”. El sonido estuvo muy bien, impecable casi: sólo faltó realizar —sobre la marcha— en los dos primeros temas el ajuste de monitores que previamente podríamos haber resuelto en medio minuto.

Además, tocar con un equipo de imagen como el que había (con varias cámaras y hasta una jirafa, con una pantalla de video gigante en el escenario) y con una decoración simple pero muy acertada, hacían que el grupo se creciese. Todo ello a pesar de que estábamos todos con un cabreo de narices por lo sucedido, y de que aún no las teníamos claras de que en cualquier momento apareciese “Conan el Bárbaro” y nos sacase del escenario a hachazos. En serio: estábamos preocupados, enfadados, cansados y tristes. Pero hicimos de tripas corazón y fuimos profesionales. La procesión fue por dentro, y ofrecimos un muy buen espectáculo.

Cuando terminamos de tocar, recogimos los instrumentos, y cargamos los vehículos. Entonces, Rafa fue a buscar al comisario para tratar el pago del espectáculo. Mientras tanto, el equipo de sonido y el grupo nos estuvimos felicitando mutuamente. Ellos habían hecho un trabajo magistral, y habían realizado una grabación del concierto como pocas habremos visto. Sin embargo, nos dijeron que —como es natural— no nos podían dar una copia del video, puesto que dicha grabación había sido contratada por una empresa y que si lo queríamos, tendríamos que hablar con dicha empresa. Y para nuestra desgracia dicha empresa era la del comisario de la exposición… Nuestro gozo en un pozo.

Rafa volvió y nos dijo que había intentado hablar con el mentado comisario, y que había estado unos 20-25 minutos intentándolo, pero que en todo momento este señor no había dejado de hablar por el móvil, y que posteriormente lo perdió de vista en un momento en que Rafa estuvo hablando con otra persona. Como Rafa nos dijo que al día siguiente él tenía que volver a tocar en el stand de la exposición donde había estado tocando; y como se estaba cerrando el recinto, quedamos en que él lo localizaría al día siguiente.

Pero fue en vano. No lo pudo volver a localizar. Ni tampoco posteriormente a la clausura de la exposición. Puesto al habla con el amigo que estuvo intermediando en la contratación, al parecer resulta que ha habido “movida”, y que aún no se han recibido las partidas correspondientes por parte de la organización. Ni Rafa ha percibido lo estipulado por sus actuaciones, ni tampoco lo ha hecho el grupo.

En cualquier caso, aún podemos pensar que el retraso en el pago no es cuestión de mala fe: hay muchísimos sitios —la mayoría son instancias oficiales, como ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, etc…— en donde, salvo que se especifique en contrato, se puede diferir el pago incluso más de un año. Esto es lo que hay cuando los pagos provienen de un presupuesto que no se cobra hasta el siguiente año. Y esto, hay que decirlo, es una putada: no se puede tener a una persona esperando cobrar un año, joder... A ver si los politicastros y burócratas de mierda responsables de los pagos de las administraciones públicas aprenden de una puta vez: a ellos me gustaría verlos esperar un año el pago de su trabajo.

Pero aún admitiendo que no sea cuestión de mala fe, lo que sí nos parece mala fe es no poder haber localizado a este señor. Que no se nos haya dado a estas alturas ninguna explicación sobre lo sucedido, ni que nosotros hayamos podido explicar nada. Que no sepamos nada sobre el pago. Que no hayamos podido hablar, comunicarnos, que es lo lógico.

Según nuestras últimas informaciones (provenientes del amigo-intermediario de Rafa), este señor se encuentra desde hace poco hospitalizado de gravedad. Desde estas líneas, y aun sin borrar ninguno de los epítetos que le he dirigido por su actuación, le deseo SINCERAMENTE en nombre de todo el grupo que se restablezca rápida y felizmente. Su dolor sólo nos provoca tristeza, y la vida y salud de esta persona son respetadas como la que más.

No así su actuación aquel día.

Él se portó con nosotros muy mal. Quizá fuesen las circunstancias, no lo sé. Pero ello no disculpa para nada su comportamiento (sobre todo porque, como ya he dicho, él tampoco intentó en ningún momento disculparse, ni ofrecer ni recibir explicaciones; y porque ha obstaculizado posteriormente el contacto).

No se puede jugar con las personas. Y él lo hizo. No se puede decir a personas: “no sois nada ni nadie”. Y él lo hizo.

¿Es normal que a un grupo le pregunten que “cuántas azafatas necesitáis para que os transporten el equipo”? ¿No es humillante tanto para ellas como para nosotros?

Si no importa un carajo la música para un evento así, ¿para qué se contrata a un grupo y se le hace venir desde Granada? Si no importa nada, ¿para qué se contrata todo un despampanante equipo de sonido, iluminación e imagen?

Si se quiere organizar o coordinar un evento de esas características, significa que se debe conocer (o por lo menos preguntar y aclarar) el “timing” necesario. Y respetar esos horarios. ¿Para qué se nos hace llegar a las seis de la tarde, si no se puede empezar a probar sonido hasta las ocho cuando mínimo? ¿Cómo es que el acto de inauguración (utilizando el escenario) no termina hasta las siete y media largas? ¿A qué hora empezó? ¿Se había calculado la duración del mismo?

¿Es normal que, una vez que se ha producido el retraso, no se permita trabajar a un equipo de técnicos de sonido y a una banda contratada? ¿Conocía este señor lo que iba a durar la sonorización del concierto o cuánto tarda normalmente una banda en sonorizar? ¿Habló en algún momento con alguien para saber cuánto nos quedaba de tiempo? ¿Nos solicitó, cuando aún era ocasión, que nos diésemos prisa; o nos dio —a nosotros o a la empresa de sonorización— alguna explicación? Si incluso por necesidades del evento —o por conveniencia para el mismo—se hubiese debido suspender la actuación, ¿no hubiese sido lo normal hablar con las partes implicadas?

¿Se puede llegar —sin tan siquiera haberse presentado— a pie de escenario, pegando chillidos, en el tono que llegó? ¿Se pueden perder las formas y el respeto de la manera en que lo hizo este señor? ¿No hubiese sido más fácil dialogar con el grupo y los técnicos?

¿No hubiese sido de caballeros presentarse al grupo y técnicos —antes o después de la actuación— y ofrecer una disculpa? ¿Se cree este señor que por ser el comisario (yo más bien diría el “sheriff”) de la exposición, puede ir tratando a la gente como si fuesen escoria?

¿Sabe bien este señor lo que implica estar en un ensayo tres días a la semana, pagar el local (caro como es, por cierto), mantener los instrumentos y los equipos (que también cuestan sus buenas pelas), preparar artísticamente un concierto (cada evento se prepara en especial), preparar la “intendencia” (alquiler de furgoneta, timing, preparar los coches, etc), desmontar el equipo del ensayo y cargarlo en los vehículos, hacerse tres horas de camino (y desde luego, pagar la gasolina, por no hablar del desgaste que sufren vehículos cargaditos hasta arriba), llegar a un sitio y encontrar problemas (siempre hay alguno/s), desmontar el equipo de los vehículos y montarlo en el escenario, hacer una prueba de sonido que a veces dura más de una hora, pagar una cena que te comes echando leches porque no hay tiempo para más, hacer un buen concierto de dos horas aunque ya estés hecho polvo (siempre es igual, nosotros no somos los Rolling y no llevamos un equipo de montaje y de probadores de sonido), terminar y casi sin tiempo ni fuerzas descargar el equipo de escenario, montarlo adecuadamente en los coches, otras tres horas de carretera y manta (porque si te quedas a dormir, te cuesta un huevo), llegar al local y descargar de los vehículos el equipo, para volverlo a montar en el ensayo… y todo eso antes de que puedas pensar en irte a casa? Realmente me gustaría preguntarle a este señor: ¿sabe Vd. bien lo que es eso para ganar 800 euros a dividir entre siete integrantes de un grupo, después de descontar alquiler de furgoneta, gasolina y cena? ¿Lo sabe? No, porque esto se hace porque uno ama la música.

Si a eso le sumas todo el trabajo de composición en casita; y el haber grabado, mezclado, masterizado y editado un disco que te ha costado un ojo de la cara y casi la apertura del “tercer ojo”; ¿sabe Vd. bien lo que es que te traten a patadas, te digan que no eres nadie, te echen de un escenario, y que todavía a día de hoy no hayamos visto un duro? ¿Lo sabe? No, porque a Vd. eso ni le preocupó ese día, ni supongo que le preocupará el resto de los días. Demasiado jodido estaba aquel día para pensar en nadie. ¿Verdad?

Pues piénsese lo jodidos que estábamos nosotros.

Y si Vd. encuentra disculpa para su comportamiento en lo jodido que estaba, piense que nosotros hubiésemos tenido entonces perfecta disculpa para habérnoslo cepillado allí mismo.

Y no sintiendo (como sentimos) de corazón que Vd. esté en un hospital.